Tres amigos, un pueblo unido


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos amigos inseparables llamados Martín y Julián. Desde muy pequeños compartían todo juntos, desde jugar al fútbol hasta estudiar para los exámenes.

Un día, mientras caminaban por el parque del pueblo, vieron a un niño nuevo llamado Lucas. Lucas era tímido y solitario, siempre tenía la cabeza baja y parecía triste. Martín y Julián se acercaron a él con una sonrisa amigable.

"¡Hola! ¿Cómo te llamas?"- preguntó Martín. Lucas levantó tímidamente la mirada y respondió: "Soy Lucas". "¡Mucho gusto Lucas! Soy Martín y este es mi mejor amigo Julián"- dijo mientras señalaba a su amigo con el pulgar.

Julián asintió con la cabeza y agregó: "Si necesitas algo o quieres jugar con nosotros, estaremos aquí". A partir de ese momento, los tres niños se volvieron inseparables. Juntos iban al colegio, jugaban en el parque después de clases y compartían sus meriendas.

La amistad entre ellos creció cada día más fuerte. Un día, mientras jugaban al fútbol en el patio trasero de la casa de Martín, ocurrió algo inesperado. Julián cometió un error durante el partido que hizo que perdieran el juego.

Martín se enfadó mucho con su amigo. "¡No puedo creerlo Julián! ¡Arruinaste todo!"- gritó Martín molesto. Julián bajó la cabeza avergonzado y balbuceó: "Lo siento mucho... no lo hice a propósito".

Martín, aún enojado, se dio cuenta de que estaba lastimando a su amigo con sus palabras. Se acercó a Julián y le dijo: "Perdón por gritarte. Sé que no lo hiciste a propósito y eres mi mejor amigo. No quiero pelear contigo".

Julián sonrió aliviado y respondió: "Gracias Martín. También lamento haber cometido ese error". A partir de ese día, Martín y Julián aprendieron una valiosa lección sobre las relaciones interpersonales: la importancia de la comprensión y el perdón.

Entendieron que todos cometen errores y que lo más importante es apoyarse mutuamente en los momentos difíciles. Pasaron los años y Martín, Julián y Lucas siguieron siendo amigos inseparables.

Juntos vivieron muchas aventuras, superaron obstáculos e incluso formaron un equipo de fútbol donde cada uno tenía un rol importante. La amistad entre ellos era tan fuerte que se convirtieron en un ejemplo para todo el pueblo.

Los niños del lugar aprendieron a valorar las relaciones interpersonales, a ser solidarios con los demás y a perdonar cuando alguien cometía un error. Y así, gracias a la amistad verdadera entre Martín, Julián y Lucas, aquel pequeño pueblo se convirtió en un lugar lleno de amor, comprensión y felicidad.

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