Tres deseos para siempre


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, una joven llamada Valeria que soñaba con casarse con su amor de toda la vida, Brayan.

Valeria era una chica alegre y bondadosa que siempre tenía una sonrisa en el rostro, mientras que Brayan era un chico trabajador y cariñoso que hacía reír a todos con sus ocurrencias.

Un día, Valeria decidió que había llegado el momento de dar el siguiente paso en su relación y le propuso matrimonio a Brayan. Él, emocionado y sin dudarlo ni un segundo, aceptó felizmente. La noticia se esparció rápidamente por todo el pueblo y pronto comenzaron los preparativos para la boda más esperada de Villa Feliz.

La pareja estaba radiante en su gran día. Valeria lucía un hermoso vestido blanco adornado con flores del campo, mientras que Brayan llevaba un elegante traje negro que resaltaba su guapo porte.

La ceremonia fue emotiva y llena de amor, y al finalizar los novios sellaron su compromiso con un tierno beso. -¡Qué felices estamos juntos, Valeria! -exclamó Brayan abrazando a su esposa. -Y yo no podría ser más feliz, mi amado Brayan -respondió ella con los ojos brillantes de emoción.

La fiesta de bodas fue todo un éxito. Hubo risas, bailes y mucha alegría compartida entre familiares y amigos. Pero lo mejor estaba por venir. Durante la celebración, una hada madrina apareció frente a la pareja recién casada.

-Queridos Valeria y Brayan -dijo el hada con voz dulce-, como regalo por su amor puro y sincero, les concederé tres deseos para iniciar esta nueva etapa juntos. Los recién casados se miraron sorprendidos pero emocionados ante tan maravillosa oportunidad.

Después de meditarlo unos instantes, decidieron pedir sus deseos:-Primero -dijo Valeria-, deseamos tener un hogar lleno de amor y armonía. -Segundo -agregó Brayan-, deseamos formar una familia llena de alegría y bendiciones.

-Tercero -concluyeron al unísono-, deseamos ser felices para siempre. El hada sonrió complacida ante los nobles deseos de la pareja e hizo una reverencia antes de desaparecer en un destello mágico.

A partir de ese momento, la vida de Valeria y Brayan dio un giro inesperado lleno de aventuras y sorpresas. Poco tiempo después, Valeria descubrió que estaba embarazada. La noticia llenó sus corazones de felicidad y emoción ante la llegada del nuevo integrante a la familia.

Nueve meses después nació el bebé más hermoso que jamás hubieran imaginado: una niña a quien llamaron Felicidad en honor al lugar donde habían jurado amarse por siempre.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, y pronto la pequeña Felicidad creció rodeada del amor incondicional de sus padres. Creció feliz e ingeniosa como su padre, pero también bondadosa y risueña como su madre.

Valeria andaba por las calles del pueblo mostrando orgullosamente a su hijita mientras decía:-Mira qué hermosura es nuestra pequeña Felicidad; gracias a nuestro amor ahora somos aún más felices juntosY así fue como Valeria Brayan Boda Bebés Felicidad se convirtió en ejemplo vivo del poder del amor verdadero capaz no solo de hacer realidad sueños sino también multiplicar la felicidad hasta límites insospechados.

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