Triciclo en Saturno



Julián era un niño muy curioso e imaginativo. Siempre soñaba con conocer lugares lejanos y descubrir cosas nuevas.

Un día, mientras jugaba en su triciclo, miró al cielo y vio las estrellas brillando como diamantes en el cielo oscuro. -¡Wow! -exclamó Julián-. ¡Qué hermoso se ve todo desde aquí abajo! Me pregunto cómo sería ver las estrellas de cerca. Entonces, decidió que quería viajar al espacio para conocer los planetas y los misterios del universo.

Pero había un problema: no tenía una nave espacial. Julián pensó y pensó hasta que se le ocurrió una idea brillante. Recordó que cuando iba a la piscina usaba unas antiparras de natación para ver bajo el agua con claridad.

Tal vez podrían servirle para ver el espacio también. Así que tomó sus antiparras de natación y se las colocó sobre sus ojos.

Mirando hacia arriba, pedaleó lo más rápido que pudo en su triciclo y se elevó hacia el cielo nocturno. Pronto alcanzó la estratósfera y comenzaron a aparecer los planetas ante sus ojos, pero aún faltaba Saturno por descubrir. Después de muchos días pedaleando sin parar, Julián finalmente llega a Saturno.

Allí encontró un planeta lleno de anillos coloridos rodeándolo. -¡Guau! -exclamó Julián-. ¡Nunca había visto algo así! De repente, una voz resonante retumbó en su cabeza:-Bienvenido a Saturno, pequeño aventurero.

¿Qué te trae hasta aquí? Julián se sobresaltó y miró a su alrededor buscando de dónde venía la voz. -¿Quién eres? -preguntó Julián. -Soy el guardián de Saturno -respondió la voz-.

He estado observando tu viaje desde que llegaste a este sistema planetario y quería saber qué te motivaba a explorar los confines del universo. Julián explicó su deseo de conocer nuevos lugares y aprender sobre las maravillas del espacio. El guardián sonrió y le dijo:-Eres un valiente aventurero, Julián.

Siempre recuerda que no importa cuánto tengas en tus manos, siempre puedes hacer grandes cosas si tienes determinación y coraje. Ahora es hora de que regreses a casa, pero nunca olvides lo que aprendiste aquí en Saturno.

Y así fue como Julián regresó a casa con una gran lección aprendida: no necesitaba una nave espacial para alcanzar sus sueños si tenía suficiente determinación e imaginación para llegar allí.

Desde ese día en adelante, cada vez que Julián miraba al cielo nocturno, recordaba su increíble aventura en Saturno y sabía que cualquier cosa era posible si se lo proponía con pasión y perseverancia.

FIN.

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