Trinidad y la cerca


Había una vez, en un hermoso campo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía Trinidad, una pequeña y valiente yegua. Ella siempre estaba en busca de aventuras emocionantes junto a sus amigos animales del campo.

Un día, mientras corrían por el campo, se encontraron con Papá, el caballo más sabio y respetado del lugar.

Él les dijo que había un gran problema en el campo: los humanos habían construido una cerca alrededor del pastizal donde solían comer todos los animales libres. Trinidad y sus amigos se preocuparon mucho por esto. Sabían que no podrían sobrevivir sin su comida diaria. Así que decidieron buscar una solución para este problema.

Primero intentaron saltar la cerca, pero era demasiado alta. Luego trataron de excavar debajo de ella con sus patas fuertes, pero tampoco tuvieron éxito.

Fue entonces cuando Papá sugirió algo muy interesante: "¿Por qué no tratamos de convencer a los humanos para que nos permitan seguir comiendo aquí?". Trinidad no estaba segura si eso funcionaría, pero decidió darle una oportunidad. Juntos formularon un plan para hablar con los humanos sobre su situación.

Cuando llegaron a la granja cercana al pastizal cerrado por la cerca, fueron recibidos por el dueño de la granja quien les preguntó qué estaban haciendo allí. Trinidad tomó coraje y le explicó todo lo que estaba sucediendo en el campo.

El dueño escuchó atentamente y comprendió lo difícil que era para ellos encontrar comida sin poder entrar al pastizal cerrado. Finalmente, decidió quitar la cerca y permitir que los animales del campo comieran allí como siempre lo habían hecho.

Trinidad y sus amigos celebraron con alegría y agradecieron al dueño por su comprensión. Desde ese día en adelante, continuaron explorando el campo juntos, sin preocuparse por la cerca que alguna vez les había impedido comer.

La lección que Trinidad aprendió de esta experiencia fue que nunca se debe rendir ante un problema aparentemente imposible. Siempre hay una solución si se busca lo suficiente y se tiene valor para enfrentar los desafíos.

Y así, ella y sus amigos vivieron felices por siempre en el campo libre donde podían correr, saltar y jugar sin límites ni obstáculos.

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