Tristo, el Dinosaurio Arcoíris



Había una vez un dinosaurio llamado Tristo que vivía en un mágico bosque lleno de colores. Tristo no era un dinosaurio común y corriente, sino que era un dinosaurio de colores brillantes que cambiaban según su estado de ánimo. Cuando estaba feliz, su piel brillaba en tonos radiantes de amarillo y naranja; pero cuando se sentía triste, adoptaba un profundo azul y morado.

Un día soleado, Tristo decidió aventurarse más allá de su hogar en busca de nuevos amigos. Mientras caminaba, se encontró con un grupo de dinosaurios jugando a la pelota.

"¡Hola! Soy Tristo, ¿puedo jugar con ustedes?" - dijo emocionado.

Los otros dinosaurios, después de mirarlo durante unos segundos, respondieron:

"No, no, no. No queremos jugar contigo. Eres muy diferente."

Tristo sintió una punzada de tristeza y su color se tornó un triste azul.

"¡Pero sólo quiero divertirme!" - exclamó con un hilo de voz.

Al ver su color, los otros dinosaurios se dieron cuenta de que lo habían lastimado. Uno de ellos, llamado Dino, se acercó y dijo:

"Lo siento, Tristo. No debimos decir eso. ¿Te gustaría jugar con nosotros de nuevo?"

Al escuchar eso, Tristo sintió cómo un pequeño brillo de amarillo comenzaba a aparecer en su piel.

"¡Sí!" - contestó alegremente.

Jugaron juntos toda la tarde, y Tristo se sintió muy feliz. Con cada risa y cada pase de pelota, sus colores brillaban más intensamente. Pero justo cuando pensaba que todo iba bien, comenzaron a caer algunas nubes oscuras.

"¡Oh, no! La lluvia arruinará todo!" - comentó uno de los dinosaurios.

Tristo miró al cielo y también sintió su ánimo decaer. Su color se tornó nuevamente azul.

"No me gustaría que se pongan tristes. Quizás podemos jugar a otro juego. ¿Qué tal si hacemos una búsqueda del tesoro?" - sugirió Tristo.

Los otros dinosaurios lo miraron confundidos.

"¿Búsqueda del tesoro? ¿Cómo se hace?"

"Vamos a escondernos y a encontrar cosas especiales en el bosque, como hojas con forma de corazón o piedras de colores. ¡Va a ser divertido!" - dijo Tristo, intentando motivarlos.

A pesar de la lluvia, los dinosaurios empezaron a explorar el bosque con Tristo. Se escondían bajo las hojas, encontrando tesoros que nunca habían visto antes.

"Miren, encontré una hoja que parece un sombrero!" - gritó Dino emocionado, y rápidamente el resto le siguió el juego.

La lluvia dejó de caer y pronto apareció un bello arcoíris en el cielo. Tristo se sintió tan contento que su piel volvió a brillar intensamente.

"¡Miren! ¡El arcoíris!" - exclamó Tristo.

Todos los dinosaurios se admiraron ante el espectáculo. Finalmente, como recompensa por su ingenio y alegría, Tristo propuso una última actividad:

"¿Quieren que formemos un círculo y hagamos un baile de arcoíris?"

Todos aceptaron con gran entusiasmo. Se tomaron de las patas y empezaron a girar, saltar y bailar, riendo y disfrutando del momento.

"¡Esto es increíble!" - gritó Tristo.

A medida que bailaban, Tristo no solo se sintió feliz, sino que también comprendió que expresar sus emociones, ya fueran alegría o tristeza, era fundamental para conectar con los demás. Su capacidad de transformar esos sentimientos en algo positivo lo convirtió en un gran amigo para todos.

Desde ese día, Tristo se dedicó a contarles a los demás dinosaurios la importancia de aceptar lo que sentimos y de compartirlo, ya sea la tristeza de un día nublado o la alegría de un día soleado.

Y así, el bosque se llenó de risas, amistad y colores, porque Tristo no solo era un dinosaurio de colores, sino también un maestro del corazón.

Y así, Tristo siguió viviendo aventuras en su bosque lleno de colores, aprendiendo y enseñando que cada emoción tiene su lugar y su momento, y que compartirlas siempre es el mejor camino hacia la felicidad.

FIN.

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