Tronquito y sus amigos floridos


Había una vez en la selva un elefante llamado Tronquito, quien vivía en una enorme casa hecha de ramas y hojas.

A pesar de tener un hogar muy acogedor, a Tronquito le faltaba algo para sentirse completamente feliz: ¡flores! Le encantaba ver cómo las mariposas revoloteaban alrededor de ellas y cómo el aroma fresco invadía su hogar. Un día, mientras paseaba por el bosque, Tronquito se encontró con Lulú, la jirafa.

Ella estaba comiendo hojas de los árboles y parecía muy concentrada en su almuerzo. Tronquito se acercó lentamente y le preguntó:- ¿Hola, Lulú! ¿Qué estás haciendo? - Hola, Tronquito. Estoy comiendo estas deliciosas hojas.

¿Y tú qué haces por aquí? -respondió Lulú con una sonrisa. Tronquito explicó que estaba buscando flores para decorar su casa y que no sabía dónde encontrarlas. Lulú, emocionada por ayudarlo, le dijo que conocía un lugar mágico donde crecían las flores más hermosas que jamás había visto.

- Sígueme, te llevaré allí -dijo Lulú mientras comenzaba a caminar con sus largas patas. Tronquito siguió a Lulú a través del bosque hasta llegar a un claro lleno de flores de todos los colores imaginables.

Había margaritas blancas como la nieve, girasoles amarillos brillantes y rosas rojas tan fragantes como nunca antes había olido. - ¡Wow! ¡Esto es increíble! -exclamó Tronquito emocionado-. Muchas gracias por traerme aquí, Lulú.

Los dos amigos pasaron horas reagarrando las flores más bonitas y coloridas para llevarlas a la casa de Tronquito. Mientras trabajaban juntos, compartieron historias divertidas sobre sus aventuras en la selva y se rieron sin parar. De repente, escucharon un ruido extraño proveniente del otro lado del claro.

Se asomaron entre los arbustos y vieron a Tomás, el tucán travieso, tratando de alcanzar unas bayas jugosas en lo alto de un árbol. - ¡Ayuda! No puedo llegar hasta allá arriba -gritaba Tomás con desesperación.

Tronquito no dudó ni un segundo y extendió su largo trompa hacia las bayas para agarrar algunas y llevárselas a Tomás. - ¡Aquí tienes! Espero que te gusten estas bayas tanto como nos gustan nuestras flores -dijo Tronquito con una sonrisa amigable.

Tomás quedó sorprendido por la generosidad de Tronquito y prometió ayudarlo siempre que lo necesitara. Los tres amigos regresaron juntos al hogar del elefante cargados con flores y frutas para compartir entre ellos.

Desde ese día en adelante, Tronquito aprendió que la verdadera felicidad no solo radica en tener cosas bonitas sino también en cultivar amistades sinceras y estar dispuesto a ayudar a los demás cuando lo necesitan.

Y así fue como su casa se convirtió en el lugar más cálido y acogedor de toda la selva: lleno de risas compartidas, historias entrelazadas e infinitos momentos inolvidables junto a sus grandes amigos Lulú y Tomás.

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