Trotamundos, el canguro risueño
En una pradera de Australia vivía Saltarín, un canguro valiente y muy bromista, sin fin. Con sus largas patas podía saltar tan alto, y a todos sus amigos les causaba gran alboroto.
Un día soleado, Saltarín decidió jugar, una broma pesada quería realizar. Se escondió detrás de un árbol muy frondoso, esperando a que pasara su amigo animal y curioso. De repente apareció Mateo el koala despistado, Saltarín salió corriendo emocionado.
"¡Sorpresa!"- le gritó con mucha alegría, haciendo que Mateo diera un grito de agonía. Pero en lugar de enojarse, Mateo se rió también, disfrutando la broma como buen amigo y sano.
"¡Qué susto me diste, Saltarín travieso! Pero admito que tu broma fue un éxito. "Saltarín comprendió que las bromas son para reír, no para lastimar ni hacer sufrir.
Así que decidió cambiar su forma de jugar, y a partir de ese momento solo risas quería regalar. Otro día llegó la hora de una nueva travesura, esta vez con Olivia la zarigüeya aventurera. Saltarín preparó con cuidado su plan maestro, quería sorprenderla sin causarle ningún desastre.
Al ver a Olivia acercarse distraída por el camino, Saltarín saltó frente a ella con gran tino. "¡Boo!"- gritó divertido mientras reía, Olivia se sobresaltó pero luego sonreía.
"¡Ay Saltarín, casi me matas del susto! Pero debo admitir que eres todo un artista justo. Tus bromas nos hacen reír y pasar un buen rato, siempre es divertido estar contigo ¡qué retrato!"Así Saltarín aprendió una lección importante aquel día, que las bromas deben ser sanas y llenas de alegría.
Y desde entonces en la pradera resonaba la risa constante, de Saltarín y sus amigos disfrutando felizmente al instante. La moraleja de esta historia ya conoces tú: las bromas deben ser amigables y siempre con virtud.
Si quieres hacer reír a los demás como un experto, sé como Saltarín: bromista valiente y siempre correcto.
FIN.