Tú y Yo
Había una vez un niño llamado Lucas que siempre había deseado tener una mascota. Un día, mientras paseaba por su barrio, vio a un perro pequeño y sucio acurrucado bajo un árbol. El perro tenía unos ojos tristes, que parecían decirle que necesitaba ayuda. Lucas se acercó con cautela y se agachó para acariciarlo.
"Hola, amigo. ¿Te gustaría venir conmigo?" - dijo Lucas con una sonrisa.
El perro movió la cola débilmente, como si entendiera las palabras de Lucas. Fue así como, sin pensarlo dos veces, lo llevó a casa y decidió llamarlo —"Perro" . A pesar de que el nombre era un poco extraño, a Lucas no se le ocurrió ningún otro.
En casa, Lucas se armó de valor y le dio un baño a Perro, que soltó un par de quejidos al principio.
"No te asustes, amigo. ¡Vas a quedar hermoso!" - exclamó Lucas mientras lo enjabonaba con cuidado.
Después de un rato, el perro salió del baño, completamente empapado pero mucho más limpio. Lucas le secó con una toalla y le dio de comer, observando cómo el pequeño perro devoraba su comida con gusto.
"¡Sos un comilón!" - rió Lucas, sintiéndose como un buen dueño.
Las semanas pasaron y Lucas y Perro se volvieron inseparables. Iban al parque, jugaban a buscar la pelota y compartían momentos de risas. Pero un día, Lucas se dio cuenta de que Perro no era tan fácil de manejar como había pensado.
Un día, decidieron ir al parque a jugar con otros perros. Lucas se emocionó al ver a Perro corretear felizmente. Sin embargo, en medio de la euforia, Perro comenzó a ladrar y correr hacia un grupo de patos que nadaban en un estanque.
"¡Perro, vuelve!" - gritó Lucas mientras corría tras él. Perro, sin escuchar, se lanzó al agua.
Lucas se asustó, y decidió que sería mejor regresar a casa. Cuando llegaron, se sentó junto a Perro.
"No sé si estoy preparado para ser dueño de un perro, algunas veces creo que no sé qué hacer..." - confesó Lucas, sintiendo como si había decepcionado a su nuevo amigo.
Esa noche, Lucas no pudo dormir. Pensó en todos los momentos felices que habían tenido juntos y comprendió algo muy importante: cuidar de un animal es una gran responsabilidad pero también una gran oportunidad de aprender y crecer.
Al día siguiente, se armó de valor y decidió llevar a Perro a una clase de adiestramiento.
"¿Te gustaría aprender juntos, Perro?" - le dijo, mientras lo acariciaba.
Al inicio, Perro estaba confundido con el nuevo entorno, pero pronto se dio cuenta de que estaba ahí para aprender, y Lucas estaba emocionado. La entrenadora les enseñó comandos básicos y, aunque no todo fue fácil, se ayudaron mutuamente.
Con paciencia y dedicación, Lucas y Perro comenzaron a entenderse cada vez más. Perro aprendió a sentarse, a quedarse quieto y a venir cuando lo llamaban. Lucas también aprendió a ser paciente y a no rendirse.
Un día, mientras practicaban en el parque, Lucas se sintió con confianza y le dijo a Perro:
"¡Hoy lo haremos bien, amigo!" - y Perro movió la cola como si le entendiera.
Cuando llegaron al parque, Lucas lo llamó:
"¡Perro, ven aquí!"
Perro corrió hacia él como si estuviera volando y, en ese instante, Lucas sintió una alegría inmensa.
"¡Lo lograste, perro!" - exclamó Lucas, abrazándolo fuerte.
"¡Vos también, Lucas!" - pareció decir Perro, moviendo la cola emocionado.
Desde ese día, Lucas y Perro se enfrentaron juntos a muchos desafíos, pero sus corazones siempre estaban llenos de alegría.
Finalmente, Lucas comprendió que tener una mascota no solo era cuidar de ella, sino también aprender y compartir experiencias juntos.
Y así, Lucas y Perro vivieron muchas aventuras, siempre aprendiendo el uno del otro.
Así cerró un hermoso capítulo en la vida de Lucas: un niño y su perro, aprendiendo que juntos, eran el mejor equipo.
Y así, nacía una hermosa amistad, recordando siempre que en el amor y en la amistad, nunca hay un camino sin obstáculos, pero cada paso hace que la aventura valga la pena.
"Tú y yo, Perro. Siempre juntos, para lo que venga" - concluyó Lucas, acariciando la cabeza de su mejor amigo, y juntos miraron al horizonte, listos para nuevas aventuras.
FIN.