Ulises y el Torneo Inesperado



Ulises era un niño de diez años que no se sentía a gusto en la escuela. No porque la escuela en sí le desagradara, sino porque tenía un enemigo invisible: su baja estatura. Siempre que llegaba la hora del deporte, sus compañeros lo miraban como si fuera un juguete roto.

"No, no lo elijan a Ulises, es muy bajito para jugar al fútbol" - decía un compañero.

Ulises se quedaba siempre al margen, observando cómo todos jugaban y disfrutaban, mientras él intentaba no sentirse muy triste. Hasta que un día, la profesora de educación física anunció un torneo de fútbol!"El equipo que gane se llevará unos magníficos premios y su nombre en el cartel del colegio" - anunció con una sonrisa.

Ulises se emocionó un poco, pero sabía que nadie lo elegiría. Y para su sorpresa, así fue. Los demás seleccionaron a sus amigos, a los que eran altos y fuertes, y Ulises se quedó solo en el rincón del campo.

"Siempre es lo mismo..." - pensó, sintiendo que el desánimo lo invadía, "¿Quién podría quererme en su equipo?".

Sin embargo, un giro inesperado sucedió. En el primer partido del torneo, uno de los jugadores de su equipo, Gastón, se lastimó el tobillo y tuvo que abandonar el juego. Todos miraron alrededor, buscando a alguien para que entrara. Pero, increíblemente, nadie quería.

"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó el entrenador, algo preocupado.

"Deberíamos elegir a Ulises, él puede ayudar" - sugirió una voz tímida. Era Ana, una de sus compañeras que había visto que, a pesar de su baja estatura, Ulises siempre se esforzaba por hacer lo mejor.

Aunque los demás dudaron, frunciendo el ceño, el entrenador finalmente accedió.

"Bueno, Ulises, es tu oportunidad" - dijo el entrenador.

Ulises, sorprendido pero emocionado, entró al campo con un gran nervio, sintiendo que su corazón latía a mil por hora. La primera jugada llegó rápidamente: el balón le pasó cerca y, en un descuido, un jugador del equipo contrario lo ignoró. Aunque muchos pensaban que no podría alcanzarlo, Ulises corrió con todas sus fuerzas.

"¡Vamos, Uli!" - gritó Ana, dándole ánimo.

Con gran destreza, logró interceptar el balón y dribló a dos jugadores. La multitud, que al principio lo había menospreciado, comenzó a gritar su nombre.

"¡Uli, Uli, Uli!" - resonaba en el aire.

Urgiendo a su equipo, Ulises vio la oportunidad y, con una gran patada, lanzó el balón hacia la portería. No solo anotó el gol, sino que al hacerlo, hizo que los demás comprendieran que lo que realmente importaba no era la altura, sino tener valentía y dedicación.

El juego terminó con una victoria para el equipo de Ulises. Sus compañeros, que antes lo habían ignorado, lo alzaron y comenzaron a corear.

"¡Ulises, el mejor jugador!" - gritaban todos, con gran alegría.

Desde ese día, Ulises no solo se sintió parte del grupo, sino que se dio cuenta de que a pesar de las diferencias, todos pueden brillar y hacer la diferencia. Aprendió a no dejarse vencer por lo que los demás decían y a confiar en sus habilidades.

Al final del torneo, Ulises recibió una medalla y, sobre todo, el respeto de sus compañeros.

"Gracias, Ana, por darme la oportunidad" - le dijo a su amiga, aún con una sonrisa en su rostro.

Y así, con su nueva confianza, Ulises se prometió que nunca dejaría que la baja estatura le impidiera soñar en grande.

FIN.

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