Uma y la Cosecha de Agua



En un rincón del gran bosque, había una pequeña aldea habitada por topitos. Todos los días, Uma, una topito aventurera y valiente, soñaba con desarrollar nuevas ideas para ayudar a su comunidad. Sin embargo, un año, la sequía llegó y el agua comenzó a escasear.

Una mañana, mientras Uma exploraba cerca del arroyo seco, se encontró con su amigo, Tito, un topito curioso y soñador.

"Hola, Tito. ¡Mirá!" dijo Uma, señalando el lecho del arroyo. "¿Te das cuenta de que entre las piedras hay humedad? Tal vez podamos encontrar una manera de cosechar agua de esta zona."

"¡Buena idea, Uma! Pero, ¿cómo lo hacemos? No hay agua en el arroyo", respondió Tito.

Uma se sentó bajo un árbol y comenzó a pensar:

"Podemos usar hojas grandes para construir un sistema que recolecte la humedad del aire y la lleve hasta aquí. Pero también necesitamos algo para almacenar el agua."

"¿Y si usamos nuestras viejas conchas de caracol? Ellas son fuertes y pueden servir como depósitos”, sugirió Tito.

"¡Sí! Vamos a buscar conchas y hojas", exclamó Uma emocionada.

Hicieron un recorrido por la aldea y se juntaron con otros topitos. Juntos, recolectaron hojas grandes, conchas de caracol y un poco de hilo de hierba. Cada uno aportó algo y así, poco a poco, comenzaron a construir un sistema de recolección.

"Coloquemos las hojas en forma de embudo para que el aire se enfríe y el agua se condense", indicó Uma.

"¡Genial! Y las conchas pueden ir en la parte de abajo para recoger el agua condensada", agregó Tito.

Después de un día de trabajo arduo, al fin tenían su sistema listo. Era un hermoso artefacto de hojas y conchas. Sin embargo, había un problema. Al día siguiente, el viento sopló y lo derribó todo.

"No puede ser, todo nuestro esfuerzo se perdió!" se lamentó Tito.

"No te desanimes, Tito. Aprendamos de esto. Necesitamos hacer nuestra estructura más resistente", sugirió Uma.

Los topitos comenzaron a trabajar de nuevo. Esta vez usaron raíces de árboles como soporte y cubrieron el sistema con piedras para que el viento no lo destruyera.

"Ahora sí dará resultado, tengo fe", afirmó Uma.

Al día siguiente, con el primer rayo de sol, comenzaron a sentir la brisa fresca. La humedad del aire empezó a condensarse en las hojas y gotitas de agua cayeron en las conchas. Una y otra vez, el mecanismo funcionaba.

"¡Mirá, Uma! ¡Agua! ¡Agua!" gritó Tito animadamente.

Las risas y gritos de alegría llenaron la aldea. Los topitos corrieron hacia la estructura para ver el agua recogida.

"¡Vamos a compartirla!" propuso Uma.

Los topitos decidieron repartir el agua para que cada familia pudiera tener algo para beber y regar sus plantas. La alegría regresó a la aldea. Con el tiempo, aprendieron a recoleccionar agua regularmente usando su invento, incluso pudieron sembrar más hortalizas.

Al ver cómo habían logrado hacerlo juntos, Uma dijo:

"Siempre que colaboramos, encontramos soluciones, por más difíciles que parezcan los tiempos. Nunca perdamos la esperanza."

Todos los topitos aplaudieron a Uma y a Tito por su valentía. La sequía ya no era un miedo, era solo un desafío que los unió. Y así, la pequeña aldea de topitos aprendió a cosechar agua y a hacer frente a las adversidades con creatividad y trabajo en equipo, liderados por Uma la topito aventurera y valiente.

Fue una lección que jamás olvidarían, y cada año, cuando llegaba la sequía, se preparaban con su sistema de recolección, convirtiéndose en los defensores del agua en su tierra.

Y así, con Uma a la cabeza, la aldea prosperó, un mensaje de esperanza corrió entre los topitos: "Juntos, todo es posible".

FIN.

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