Umi y la Sinfonía de la Cueva
Era un día soleado en la prehistoria, y un grupo de niños, aventureros y curiosos, decidió explorar una cueva que había aparecido mágicamente en el bosque. La líder del grupo, Umi, era una niña valiente y creativa.
"¡Vamos a entrar!" - exclamó Umi con entusiasmo, llamando a sus amigos: Tiko, una bola de energía siempre lista para jugar; Aro, un soñador que siempre miraba las nubes; y Lia, una niña con una risa contagiosa.
Al ingresar a la cueva, Umi observó las hermosas paredes cubiertas de dibujos antiguos. Mientras exploraban, Tiko comenzó a golpear dos piedras que encontró en el suelo.
"¡Miren! ¡Hago música!" - dijo Tiko riendo y golpeando las piedras.
"¡Eso está genial! Yo puedo hacer un tambor con este tronco" - añadió Umi, buscando un tronco hueco.
Aro tomó unas hojas secas y comenzó a hacerlas crujir entre sus manos.
"¿Escuchan eso? Suena como un viento suave", dijo.
"Podemos hacer una orquesta de sonidos de la cueva" - sugirió Lia, mientras buscaba más hojas y astillas.
Los niños comenzaron a coordinarse y pronto estaban creando ritmos y melodías, riendo y disfrutando de su nueva creación. La cueva resonaba con sus risas y sonidos.
El tiempo pasó volando y mientras exploraban todos los rincones de la cueva, Umi tropezó con un objeto extraño. Era una roca brillante que reflejaba los sonidos que producían.
"¡Miren esto! Es como un espejo sonoro" - exclamó Umi, fascinada.
Los niños se acercaron y al tocarla, la roca comenzó a emitir un eco de la música que hacían. Cada vez que golpeaban las piedras o hacían crujir las hojas, la roca respondía en melodías.
"¡Es increíble! Podemos hacer que la roca gente también" - se emocionó Tiko.
Decididos a hacerlo, comenzaron a tocar en sincronía. Pero a medida que sonaban, la cueva comenzó a vibrar más y más. Sorpresivamente, una puerta secreta se abrió en la pared de la cueva, revelando un túnel oscuro.
"¿Qué hacemos?" - preguntó Lia, con un brillo de aventura en sus ojos.
"¡Debemos entrar! Tal vez allí habrá más música esperando ser descubierta" - sugirió Umi.
Con valentía, se adentraron en el túnel. Mientras caminaban, sintieron que el suelo temblaba bajo sus pies y escucharon un ritmo de tambores en la distancia. Al llegar a una nueva caverna, encontraron a otros niños de diferentes tribus que también habían encontrado la música.
"¡Hola! Venimos de la cueva de la música también" - dijo Umi.
Los otros niños se sorprendieron al verlos pero pronto comenzaron a tocar juntos. Y así, la cueva se llenó de un gran concierto de risas, ritmos y melodías.
De repente, uno de los otros niños se dio cuenta de que era hora de volver a casa y decidió que era hora de llevar la música a sus tribus.
"¡Deberíamos todos tocar juntos! La música puede unir a todos, sin importar de dónde venimos" - sugirió un niño llamado Kantu.
Umi asintió con emoción.
"¡Sí! Podemos enseñarles a todos a tocar y compartir la alegría de la música" - respondió con entusiasmo.
Se despidieron de los nuevos amigos y volvieron a su cueva, con un sentido renovado de propósito.
Decidieron organizar una gran reunión para compartir lo que habían aprendido. Al juntar a todas las tribus, cada grupo trajo sus propias herramientas e instrumentos, creando una gran orquesta con piedras, troncos, hojas y cualquier cosa que encontraran.
"¡Miren! Cada uno tiene su propio sonido. ¡Seremos una gran familia musical!" - declaró Umi, mientras todos se preparaban.
El día del evento, la cueva se iluminó con risas y música, uniendo a todos en una armonía pura. Y así, la música se convirtió en el corazón de la comunidad, recordando a todos que juntos eran más fuertes y creativos.
Y desde entonces, Umi y sus amigos se aseguraron de que la música nunca se detuviera in la aldea, formando una tradición que perduraría por generaciones. Siempre recordarían cómo un simple juego en una cueva les enseñó la maravilla de la música y la importancia de la amistad.
Y así, aunque la cueva cerró sus puertas, su melodía seguiría sonando eternamente, reflejando la unión de todos.
FIN.