Un abrazo especial



Había una vez, en un bosque frondoso y lleno de vida, una tortuga llamada Tula y un puerco espín llamado Pipo. Desde que se conocieron, Tula y Pipo se volvieron los mejores amigos. Pasaban sus días explorando el bosque, jugando a buscar flores y contando historias sobre sus sueños.

Pero había un pequeño problema: ¡no podían abrazarse! La caparazón dura de Tula y las espinas de Pipo hacían que un abrazo fuera imposible. Sin embargo, esto nunca los detuvo en su amistad. Jugaban a las escondidas, corrían por el bosque y se reían juntos, dejando de lado la imposibilidad de un abrazo.

Un día, mientras exploraban, Tula nació una idea.

- “Pipo, ¿y si creamos una forma de abrazarnos? ” - le dijo Tula emocionada.

- “¡Es una gran idea, Tula! Pero, ¿cómo hacemos eso? ” - respondió Pipo, intrigado por el desafío.

Juntos, se sentaron a pensar. Tula, que era muy creativa, sugirió que podrían construir algo que funcionara como un abrazo. Entonces, comenzaron a recopilar materiales: hojas, ramas y cuerdas. Después de un rato, lograron hacer un gran abrazo de hojas que Tula podía usar para envolver un poco a Pipo, y él podría hacer lo mismo.

- “¡Mira, Tula! Es como un abrazo gigante.” - dijo Pipo, dando un paso hacia adelante.

- “¡Sí! Vamos a probarlo.” - respondió Tula mientras se movía con cuidado para no romper las hojas.

Los dos se sintieron muy felices al hacer su primer abrazo simbólico. Era algo diferente, pero también especial. Lo intentaron varias veces y siempre reían a carcajadas, sintiendo que su amistad era aún más fuerte.

Con el tiempo, el bosque se llenó de otros amigos que los veían jugar y querían unirse. Un día, un grupo de conejos se acercó curioso.

- “¿Por qué no se abrazan? ”, preguntó uno de los conejos.

- “Porque somos diferentes,” - respondió Pipo con una sonrisa.

- “Las diferencias no importan si hay amor”, dijo una coneja, moviendo sus patitas con emoción.

Esto iluminó a Tula y Pipo, quienes comenzaron a invitar a sus nuevos amigos a unirse. Así, construyeron un Hug-O-Matic, una máquina de abrazos, con la ayuda de todos. Con cartones, cuerdas y, sobre todo, mucho esfuerzo, transformaron su abrazo simbólico en una máquina que permitía que todos, sin importar cuán diferentes fueran, pudieran abrazarse.

Cuando la máquina estuvo lista, Pipo apretó un botón y, de repente, un suave abrazo de hojas los rodeó a todos.

- “¡Está funcionando! ” - dijeron emocionados.

- “¡Es como un abrazo de todos, para todos! ” - gritó Tula, saltando de alegría.

A partir de ese día, el bosque nunca volvió a ser el mismo. Tula y Pipo no solo aprendieron a aceptar sus diferencias, sino que también promovieron la idea de que todos pueden abrazarse de una manera especial. Los abrazos se convirtieron en una forma de celebrar la amistad, sin importar cómo cada uno aparezca.

Y así, en aquel bosque, la tortuga y el puerco espín demostraron que aunque no pudieran abrazarse de la manera convencional, el amor en su amistad podía crearse de mil formas. Con su creatividad y la ayuda de sus amigos, lograron que todos, sin excepciones, sintieran la calidez y el cariño de un abrazo.

Desde ese día, cada vez que Tula y Pipo veían a alguien triste, los invitaban a su Hug-O-Matic, donde el abrazo de hojas se convirtió en símbolo de unión y aceptación. Y así, su historia recorre el bosque, recordándonos que la verdadera amistad no conoce límites y que, a veces, hay que pensar fuera de la caja para encontrar soluciones a los problemas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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