Un Amigo en Aguas Profundas
Era un hermoso día en Ushuaia, con el sol asomándose entre las nubes y brindando su calidez al río Encajonado. Por la orilla, un castor llamado Beto trabajaba entusiasmado, acumulando ramitas para construir su casa. Mientras tanto, un huillín llamado Hugo nadaba felizmente en las aguas del río.
Un día, los caminos de Beto y Hugo se cruzaron. Beto estaba tensando una rama para que encajara perfectamente en su construcción y, al no notar a Hugo nadando cerca, casi lo golpea.
"¡Cuidado, amigo! Casi me haces caer al agua con tus ramas voladoras!" - exclamó Hugo, salpicando agua con su movimiento.
"¡Oh, lo siento mucho! No te vi venir. Soy Beto, el castor. Estoy construyendo mi hogar. ¿Tú quién sos?" - respondió Beto, mirándolo con curiosidad.
"Soy Hugo, el huillín. ¡Me encanta nadar por aquí! ¿Sabías que también puedo nadar de espaldas?" - dijo Hugo, haciendo una inmersión y emergiendo con una pirueta que dejó a Beto asombrado.
Beto no podía contener su alegría al haber hecho un nuevo amigo. Juntos, comenzaron a explorar la orilla del río, compartiendo sus costumbres. Beto le mostró a Hugo cómo elegir las mejores ramas para hacer una casa resistente, mientras que Hugo le enseñó a bucear para buscar pequeños peces.
Pasaron los días, y uno de esos días, decidieron aventurarse hasta la desembocadura del río. Mientras paseaban, notaron algo extraño. A lo lejos, vieron una figura enorme atascada en la arena.
"¿Qué será eso?" - preguntó Beto, acercándose con cautela.
A medida que se acercaban, vieron que era una ballena enorme, desorientada y varada en la playa.
"¡Oh no! Pobre ballena, debe estar asustada" - dijo Hugo preocupado.
"Sí, hay que ayudarla. Pero, ¿cómo lo hacemos?" - preguntó Beto, sintiéndose un poco inseguro.
"Tal vez podamos empujarla con nuestras fuerzas. Necesitamos más ayuda" - sugirió Hugo.
Ambos comenzaron a buscar a otros animales en la zona. Pronto, se unieron un grupo de gaviotas, un zorro curioso y un grupo de patos. Cada uno de ellos trajo ideas sobre cómo podían ayudar a la ballena.
"Podemos hacer un camino de arena para que la ballena pueda deslizarse al agua" - dijo una de las gaviotas.
Finalmente, todos se pusieron manos a la obra. Beto y Hugo cavaban en la arena mientras los demás empujaban a la ballena con fuerza, tratando de moverla hacia el mar.
El sol empezaba a bajar, y todos estaban cansados, pero no se dieron por vencidos. Justo cuando casi habían perdido la esperanza, una ola empezó a acercarse.
"¡Rápido, empujemos con la ola!" - gritó Beto, emocionado.
Con todas sus fuerzas, todos empujaron a la ballena justo cuando la ola llegó y, para su sorpresa, la ballena empezó a moverse lentamente hacia el agua. Siguieron empujando y, finalmente, la ballena logró regresar al océano con un magnífico salto.
"¡Lo logramos!" - aclamaron todos, saltando de alegría.
La ballena, antes de desaparecer en el horizonte, giró su cuerpo y agitó la cola en señal de agradecimiento, dejando a todos maravillados.
"Ese fue el mejor día de mi vida" - dijo Hugo, emocionado.
"Yo también! Nunca imaginé que podríamos hacer algo tan grande juntos" - respondió Beto, mirando a su alrededor y sintiéndose afortunado de tener amigos tan valientes.
Desde ese día, Beto y Hugo compartieron muchas más aventuras, siempre recordando que juntos podían hacer cosas asombrosas, no importa cuán grandes fueran los desafíos.
Y así, en la hermosa Ushuaia, un castor y un huillín aprendieron a valorar la amistad y el trabajo en equipo, mientras exploraban su maravilloso hogar en el río Encajonado.
FIN.