Un Amigo en el Bosque



Una vez, en un bosque encantado, vivía Caperucita Roja, una niña conocida por su dulzura y su amor por la naturaleza. Un día, su mamá le pidió que llevara una canasta de dulces y galletas a su abuela, que vivía al otro lado del bosque.

"¡Cuidado, Caperucita! No hables con extraños en el camino", le advirtió su mamá, mientras le daba un abrazo.

Caperucita prometió tener cuidado y se fue alegremente, cantando mientras caminaba entre los árboles. Sin embargo, en la casa de la abuela, algo oscuro se estaba cocinando. La abuela, que había sido una mujer bondadosa en su juventud, ahora se sentía muy sola y resentida. Con el tiempo, había permitido que la tristeza llenara su corazón y comenzó a pensar en cosas malas. Su mente se alimentaba de pensamientos negativos.

"Si Caperucita viene a verme, voy a hacerle una pequeña broma", pensó la abuela maliciosamente, buscando una forma de desquitarse de su soledad.

La abuela había encontrado una poción que la llevaría a envenenar a su querida nieta. Pero en ese mismo instante, el Lobo, que no era el feroz cazador de cuentos que todos imaginaban, estaba cerca. Era un lobo amable y curioso que siempre cuidaba del bosque. Había estado escuchando los planes de la abuela desde lejos.

"No puedo dejar que esto suceda", susurró el Lobo, decidido a intervenir.

Mientras Caperucita cantaba en voz alta, el Lobo corrió rápidamente hacia la casa de la abuela. El Lobo llegó justo a tiempo para ver a la abuela preparar la bebida para Caperucita.

"¡Espera!", le dijo el Lobo, perturbando la escena.

La abuela se sobresaltó.

"¡¿Quién está ahí? !"

"Soy el Lobo, y no permitiré que hagas esto. Caperucita es tu familia, debes quererla y no dañarla", exclamó el Lobo, con su voz profunda pero sincera.

"¿Qué sabes tú de mi vida?", replicó la abuela, con enojo.

"Sé que a veces la soledad puede hacernos desear hacer cosas que no son correctas. Pero hay más alegría en la vida que el rencor", sufrió el Lobo, intentando mostrar empatía.

La abuela, por un momento, se detuvo a pensar.

"Pero me siento tan sola y abandonada..."

El Lobo sintió compasión y le dijo:

"Puedes cambiar eso. En lugar de envenenar a Caperucita, ¿qué tal si invitas a su vida, le hablas y le compartís tus sentimientos? Quizás solo necesites un amigo".

Caperucita, que había llegado sin darse cuenta de lo que pasaba, escuchó el final de la conversación.

"Abuelita, estoy aquí para traerte dulces y amor", dijo con una gran sonrisa.

La abuela miró a su nieta, y su corazón se ablandó. La idea de envenenarla perdió todo sentido.

"Querida Caperucita, ¡qué bueno que llegaste!", dijo la abuela con lagrimitas, abrazándola fuertemente.

El Lobo, complacido con lo que había logrado con su intervención, sonrió.

"¿Ves? A veces simplemente necesitamos recordar lo que importa. La familia, la amistad y el amor son el verdadero antídoto contra la soledad".

Desde ese día, la abuela decidió abrir su corazón y dejar de lado su resentimiento. Comenzó a compartir historias con Caperucita sobre su juventud, mientras el Lobo se convirtió en un gran amigo de las dos. Juntos pasaban las tardes en el bosque, riendo, jugando y creando hermosos recuerdos.

Así, tanto Caperucita como la abuela aprendieron que el amor y la amistad pueden superar la soledad, y el Lobo les enseñó a siempre buscar lo positivo en los demás, por más difíciles que puedan parecer las situaciones. Y así, vivieron todos felices en el bosque, rodeados de alegría y amor.

FIN.

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