Un Amigo en Problemas



Era una tarde de sol en el barrio de Villa del Parque. Margarita, una niña de 8 años, jugaba en el parque con su perro, Armando, un pequeño cocker spaniel que su papá le había regalado por su cumpleaños. Sin embargo, la alegría de Margarita se veía empañada por un problema que crecía día a día: su papa no cuidaba de Armando. El pobre perro estaba siempre sucio, y sus platos de comida estaban vacíos la mayor parte del tiempo.

Una tarde, mientras paseaban, Margarita miró a Armando y se preocupó.

"Armando, ¿por qué estás tan triste?"

"Grr…" - respondió Armando, moviendo la cola, pero sin energía.

Margarita decidió que tenía que hacer algo. Se sentó en un banco y le acarició el pelaje enmarañado de su perro.

"No puedo dejarte así, amigo. ¿Cómo puedo hacer que papá entienda?"

Al día siguiente, Margarita se armó de valor y decidió hablar con su papá.

"Papá, ¿podemos hablar un momento?"

"¿Qué pasa, nena?"

"Es sobre Armando... creo que necesita más cuidado. No le das de comer ni lo bañas."

"Ay, no te preocupes tanto, ya come lo suficiente cuando lo lleva a pasear. Es solo un perro, no necesita tanto..."

A Margarita no le gustó la respuesta de su papá. Ella sabía que Armando necesitaba más atención y cariño. Así que ese fin de semana, decidió tomar cartas en el asunto.

Margarita organizó una pequeña "fiesta canina" en su patio trasero, invitando a todos los niños del barrio. Ella les explicó la situación de Armando.

"¡Chicos! ¡Vamos a darle un día de mimos a Armando!"

"¿Cómo?" - preguntó Juanito, su mejor amigo.

"¡Le traeremos comida, juguetes, y lo bañaremos! Será una sorpresa para él y para nuestro vecino, que no se da cuenta de que lo necesita!"

Los niños se entusiasmaron con la idea. Al otro día, todos trajeron alguna golosina para perros y juguetes viejos. Margarita también preparó un gran tazón de agua fresca.

"¡Miren, Armando! ¡Fiesta de perros!" - gritaba Margarita mientras se acercaban al patio.

Cuando Armando vio a tantos amigos, su cola empezó a moverse como un péndulo. Los niños se pusieron manos a la obra. Algunos lo bañaron con cuidado, ríéndose de las salpicaduras de agua. Otros le dieron mucha comida y le enseñaron trucos, mientras Armando les regalaba lamidas y saltos de alegría.

Después de unas horas de diversión, el patio estaba repleto de risas y ladridos. Pero, de repente, apareció el papá de Margarita.

"¿Qué está pasando aquí?" - preguntó, sorprendido al ver la escena.

Margarita se puso nerviosa, pero luego se sintió segura.

"Papá, estamos cuidando a Armando por vos. Necesita amor y atención, ¡mirá cuánto se divierte!"

El papá miró a su hija, a los niños y a Armando feliz, chapoteando en el agua.

"No me había dado cuenta de lo que realmente necesita y merece. Lo siento, Margarita. Me dejé llevar por lo que pensaba, pero olvidé lo más importante: que los animales necesitan cariño."

Margarita sonrió al escuchar esas palabras y corrió a abrazar a su papá.

"¡Podemos hacerlo juntos!"

"Sí, claro. Desde hoy, le daremos lo que Armando merece. Gracias por mostrarme, nena."

Desde ese día, su papá se hizo cargo de Armando, y juntos formaron una linda familia. Armando se convirtió en el perro más feliz del barrio. Margarita había enseñado a su papá una valiosa lección: los animales son parte de la familia y necesitan ser cuidados y amados.

Ahora los fines de semana son para cariño, juegos y paseos. Y todos los chicos del barrio, junto a Margarita, ahora saben lo importante que es cuidar a sus mascotas.

FIN.

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