Un Amigo Especial
En un soleado jardín de infantes de Buenos Aires, un niño llamado Tobi compartía sus días con amigos. Tobi era un niño único y especial. Tenía una forma de ver el mundo que a veces resultaba extraña para sus compañeros, pero eso no lo detenía de soñar y explorar. Su pasión era dibujar. A Tobi le encantaba plasmar en papel las aventuras que imaginaba en su cabeza.
Un día, la maestra Ana anunció que tendrían una exposición de arte en la escuela, donde cada niño mostraría algo que hubiese creado.
"¡Vamos a dibujar cosas que amamos!" - exclamó la maestra Ana, mientras los chicos comenzaban a emocionarse.
Tobi sonrió. Era su oportunidad. Sin embargo, al poco tiempo, vio que sus amigos hablaban de sus ideas y se sentía un poco inseguro.
"¿Y si mis dibujos no les gustan a los demás?" - murmuró para sí mismo.
Sin embargo, su mejor amiga, Lara, notó que Tobi estaba preocupado. Se acercó a él.
"¿Qué pasa, Tobi?" - le preguntó con una sonrisa.
"No sé si mis dibujos van a ser tan buenos como los de los demás" - respondió Tobi, mirando la hoja en blanco.
"Pero a vos te encantan tus dibujos, ¿verdad?" - dijo Lara. "Eso es lo que importa. ¡Estoy segura de que a todos les van a encantar!"
Tobi sintió un cosquilleo de alegría. Entonces, decidió dibujar su lugar favorito: el parque. Mientras dibujaba, su imaginación voló. Cada línea era un pedacito de su mundo, lleno de colores vibrantes y personajes extraños pero divertidos.
El día de la exposición llegó. Todos los niños mostraban sus obras con orgullo. Al llegar el turno de Tobi, miró a su alrededor y sintió un nudo en el estómago. Pero cuando comenzó a hablar, el nudo se deshizo.
"Yo dibujé nuestro parque. Aquí están los árboles que me gustan y los columpios donde siempre jugamos" - dijo Tobi, apuntando a su dibujo lleno de vida.
Los amigos empezaron a acercarse, interesados. No solo observaron su arte, sino que comenzaron a compartir sus propias experiencias.
"¡Yo también amo los columpios!" - dijo Mateo, sonriendo.
"¡Y el helado de menta!" - agregó Clara.
Viendo la conexión que su dibujo había creado, Tobi se sintió cada vez más seguro. Hasta que un niño nuevo, Tomi, que había llegado a la escuela ese día, se acercó y le dijo:
"Tu dibujo es genial. ¡Pareciera que puedo sentir la brisa del parque!"
Tobi sintió el calor de la alegría brotar en su pecho. Se dio cuenta de que sus dibujos no solo estaban en el papel, sino que también podían llevar a otros a un mundo especial.
Al final de la exposición, la maestra Ana se acercó a él.
"Tobi, tu trabajo ha sido muy inspirador. Has logrado conectar a todos con tu arte" - le dijo con una gran sonrisa.
Tobi se sintió orgulloso. No solo había compartido un pedacito de su mundo, sino que también había inspirado a otros a hacerlo. Sabía que cada uno de ellos tenía su propia historia para contar, y ahora se sentía parte de esa gran aventura.
"Gracias, maestra. Ahora sé que mis dibujos tienen poder" - respondió Tobi, iluminado por la emoción.
Desde aquel día, nunca dejó de dibujar y cada vez que lo hacía, recordaba que su arte podía hacer sentir a otros. En su corazón, un nuevo lema comenzó a crecer: "Mis diferencias son mis superpoderes". Y así, Tobi continuó su viaje creativo, siempre explorando, soñando y dibujando, uniendo a sus amigos y creando un mundo lleno de color.
FIN.