Un Amigo Fiel
Érase una vez un niño llamado Juan que vivía en un pequeño barrio con su familia. Un día, sus padres le sorprendieron con un regalo muy especial: un perrito al que llamaron Max. Max era un cachorro juguetón de pelaje suave y ojos brillantes. Juan estaba feliz, ahora tenía un amigo con quien jugar.
Desde el primer momento, Juan prometió cuidar de Max. "Te prometo que siempre te daré lo mejor, Max"-, le dijo mientras lo acariciaba.
Sin embargo, con el tiempo, Juan comenzó a descuidar a su nuevo amigo. Algunas veces se olvidaba de ponerle agua o de sacarlo a pasear. Max, aunque siempre le daba su cariño, parecía un poco triste.
Una tarde, mientras Juan estaba jugando con sus amigos en el parque, Max se quedó en casa esperando a que su amigo volviera. El perrito miraba por la ventana, moviendo su cola emocionado cada vez que escuchaba un ruido, pero Juan no aparecía. Estaba tan entretenido que no se dio cuenta de que Max necesitaba salir a jugar también.
Al caer la tarde, Juan regresó y encontró a Max mirando por la ventana, con los ojos llenos de tristeza. "¡Max, lo siento! No debería haberte dejado solo tanto tiempo"-, le dijo Juan, abrazándolo. Max movió su cola y lamió la cara de Juan, pero el niño notó que su amigo estaba un poco más apagado de lo habitual.
Esa noche, Juan decidió cambiar. "Mañana vamos a hacer algo especial juntos"-, le prometió.
A la mañana siguiente, Juan se despertó temprano y decidió llevar a Max a un parque diferente, uno que nunca habían visitado. Preparó su mochila con algunos snacks para ambos y un frisbee para jugar. "¡Vamos, Max! Hoy será un gran día"-, exclamó Juan emocionado.
Al llegar al nuevo parque, Max corría feliz y exploraba cada rincón. "¡Mirá lo rápido que corres! ¡Sos el mejor perrito del mundo!"-, le decía Juan, disfrutando de la compañía de su amigo. Jugaron al frisbee, hicieron nuevos amigos y Max se divirtió como nunca.
Sin embargo, cuando todos comenzaron a irse, Juan notó que Max había desaparecido. "¡Max, dónde estás!"-, gritó con preocupación. Buscó por todos lados hasta que escuchó un ladrido al otro lado de un arbusto.
Corrió hacia el sonido y encontró a Max jugando con otro perrito. Juan se sintió aliviado, pero también comprendió que su amigo necesitaba compañía y juegos con otros perritos, algo que él no había considerado antes. "¡Max! No sabía que te gustaba jugar con otros amigos. Te prometo que te llevaré más seguido aquí"-, dijo Juan mientras acariciaba a Max.
Esa experiencia cambió la forma en que Juan veía a su amigo. Se dio cuenta de que respetar y cuidar de Max no era solo darle comida y agua, sino también brindarle amor, atención y momentos de diversión. Desde ese día, nunca volvió a olvidar las necesidades de su animal compañero.
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A medida que pasaron los días, Juan siempre se aseguraba de cuidar de Max. Lo llevaba al parque, jugaban juntos y también invitaba a otros perritos para que Max tuviera compañía. Aprendió a respetar el espacio y las necesidades de su amigo.
Un día, cuando Juan regresaba del colegio, encontró un cartel en su calle que decía: "Contestando la pregunta de Loqueo: ¿Cómo cuidar a nuestras mascotas?"-. Juan se preguntó cómo podía ayudar. Entonces, tuvo una idea. Reunió a sus amigos y les contó sobre la importancia de cuidar a sus mascotas. Juntos decidieron armar un pequeño taller sobre el respeto y cuidado de los animales, invitando a los chicos del barrio.
Con la ayuda de sus padres, organizaron el taller. "Vamos a aprender juntos a cuidar a nuestros amigos de cuatro patas"-, les dijo Juan a todos. Prepararon carteles, dibujos y actividades divertidas. Todos estaban muy emocionados.
El día del taller, muchos chicos llegaron con sus mascotas. Todos charlaron, jugaron y aprendieron cosas importantes sobre cómo cuidar a sus animales. Juan mostró cómo darle de comer, el espacio que cada uno necesita y cómo jugar con ellos de manera práctica. Max, feliz de ser parte del evento, jugaba con todos los perritos.
Esa experiencia unió más a la comunidad, haciéndolos más conscientes sobre el respeto y cuidado hacia los animales. Al finalizar el taller, los chicos aplaudieron emocionados. "¡Gracias, Juan! ¡Max es un superperro!"-, dijeron algunos amigos.
Juan sonrió, sintiéndose orgulloso de haber creado un cambio. Miró a Max, que corría y saltaba feliz. "Siempre serás mi mejor amigo, Max", le dijo, acariciándolo.
Desde entonces, Juan no solo cuidó a Max, sino que también se convirtió en un defensor de los animales en su barrio, enseñando a otros a darles el amor y respeto que merecen. Max, por su parte, siempre estaba a su lado, disfrutando de cada aventura que compartían juntos, sabiendo que su amigo lo cuidaría para siempre.
FIN.