Un amigo inesperado



Había una vez en un tranquilo vecindario un gato llamado Leo, que era ágil y muy curioso. Leo pasaba sus días corriendo por el jardín y tomando solecito en la ventana de su casa. En el mismo vecindario, vivía un pequeño ratón llamado Rodolfo, que siempre se mantenía alejado de los peligros del mundo exterior.

Un día, mientras Leo exploraba su jardín en busca de algo interesante, escuchó un ruidito sutil viniendo de un arbusto. Con la típica curiosidad felina, se acercó y, para su sorpresa, encontró a Rodolfo intentando alcanzar un trozo de queso que había caído al suelo.

"Por favor, no me comas", gritó Rodolfo asustado. "Sólo quiero un poco de queso para comer".

Leo, que nunca había tenido un ratón como amigo, se detuvo a pensar. En lugar de verlo como una presa, se preguntó si podrían ser amigos.

"No tengo intenciones de comerme a un pequeño ratón como vos", respondió Leo con una sonrisa. "¿Te gustaría compartir el queso?".

Rodolfo, un poco desconfiado, decidió darle una oportunidad."Está bien, pero solo si prometés que no tratarás de atraparme".

Asintiendo con la cabeza, Leo se acomodó junto a Rodolfo y juntos disfrutaron del delicioso queso. Desde ese día, los dos se volvieron inseparables. Se reunían todos los días en el jardín de Leo y pasaban horas jugando a las escondidas entre las flores y los arbustos.

Sin embargo, un día, mientras jugaban, Rodolfo se sintió un poco aventurero y dijo:

"¿Vamos a ver qué hay detrás de la cerca? He oído muchas historias de lo que hay allá afuera".

"No sé, Rodolfo, puede ser peligroso", advirtió Leo, recordando que más allá de la cerca vivían otros animales que podían no ser tan amistosos.

Pero la curiosidad de Rodolfo venció al miedo y, convencido por sus ganas de explorar, saltó la cerca. Leo, sintiéndose responsable por su amigo, decidió seguirlo. Al otro lado, encontraron un mundo lleno de maravillas y peligros.

Mientras exploraban, de repente se encontraron con un grupo de gatos callejeros que los miraban con ojos curiosos.

"¡Mirá quiénes tenemos aquí, un gato y un ratón, qué inusual!" dijo uno de los gatos con desdén. "No me digas que son amigos".

Leo sintió un nudo en el estómago. "Sí, somos amigos. Lo que importa no es lo que somos, sino el compañerismo que compartimos".

Los gatos comenzaron a reírse y a burlarse. Rodolfo estaba aterrado.

"Tal vez debamos irnos, Leo. No parece seguro aquí".

Antes de que Leo pudiera responder, los gatos rodearon a Rodolfo, y en un instante, Leo se interpuso entre ellos.

"¡Déjalo en paz! No tienes que intimidarlo solo porque es un ratón". - exclamó Leo, mostrando su lealtad hacia su nuevo amigo.

Los gatos se sorprendieron por la valentía de Leo, y después de un intercambio de miradas, decidieron que no valía la pena perder el tiempo con ellos. Se marcharon riendo, dejando a Leo y Rodolfo aliviados.

"¡Eres muy valiente!" dijo Rodolfo, admirando a su amigo. "Gracias por protegerme".

"No hay de qué, Rodolfo. Ser amigo significa cuidarnos el uno al otro, sin importar las diferencias". - respondió Leo, sintiéndose orgulloso.

Desde ese día, Leo y Rodolfo aprendieron que la verdadera amistad no se mide por el tamaño, la apariencia o los prejuicios, sino por los actos de bondad y lealtad que se demuestran en los momentos difíciles.

Y así, continuaron explorando juntos, superando miedos y disfrutando del compañerismo en cada aventura. Se dieron cuenta que juntos pueden enfrentar cualquier desafío, por más difícil que parezca.

Y así, en el vecindario, la historia del gato y el ratón se convirtió en leyenda, recordando a todos que las amistades más inesperadas pueden nacer de las circunstancias más sorprendentes.

FIN.

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