Un Amistad Inesperada



Había una vez en un hermoso campo verde, un burro llamado Bruno. Bruno era un burro grande y fuerte, con orejas largas y una personalidad alegre. Aunque tenía muchos amigos, sentía que algo le faltaba. Un día, mientras pastaba en la sombra de un gran árbol, vio algo moverse en el suelo. Era una pequeña lagartija llamada Lila.

- ¡Hola! - saludó Lila, moviendo su cola de lado a lado.

Bruno, sorprendido, preguntó:

- ¿Qué sos? Nunca vi a un animal tan pequeño y colorido.

- Soy una lagartija - dijo Lila, con una sonrisa brillante. - ¿Y vos quién sos?

- Soy Bruno, el burro del campo. ¿Querés jugar? - le propuso entusiasmado.

A pesar de su tamaño, Bruno había aprendido a ser cuidadoso y a jugar suavemente. Lila aceptó feliz.

Día tras día, Bruno y Lila se hicieron muy amigos. Jugaban a las escondidas, corrían por el campo y compartían historias. Cada uno le enseñaba al otro algo nuevo. Bruno le contaba a Lila sobre sus aventuras en el campo, mientras que Lila le mostraba a Bruno cómo escalar pequeñas rocas y esconderse en los arbustos.

Un día, mientras jugaban cerca de un arroyo, Lila vio una sombra oscura que venía hacia ellos. Era un gran perro que había salido a explorar.

- ¡Bruno! - gritó Lila. - Ese perro parece muy juguetón, pero puede ser un poco peligroso.

Bruno se rió:

- No te preocupes, yo soy más grande. Puedo defendernos si es necesario.

Lila se sintió un poco más tranquila. Pero cuando el perro se acercó, comenzó a ladrar. Bruno, viendo que Lila estaba asustada, decidió hacer algo.

- ¡Hola, amigo! - dijo Bruno al perro. - ¿Por qué no juegas con nosotros?

El perro frunció el ceño y siguió ladrando, pero Bruno no se rindió. Se acercó lentamente y le ofreció un poco de hierba.

- Mirá, este es un gran lugar para jugar. Podés ser nuestro amigo.

El perro dejó de ladrar, sorprendiendo a todos.

- Bueno, si me dan una oportunidad, podría intentarlo - contestó.

Lila, emocionada, saltó de alegría:

- ¡Genial! Podemos hacer un equipo. ¡Vamos a jugar!

Así, de la nada, Bruno, Lila y el perro se hicieron un gran grupo. Aprendieron juntos sobre la amistad, el respeto y la importancia de incluir a otros en el juego. Bruno entendió que no solo se puede ser fuerte, sino también amable y comprensivo.

Con el tiempo, el perro se convirtió en parte del grupo, y los tres compartieron sus juegos y risas. Bruno aprendió que la amistad no conoce de tamaños. Y Lila demostró que ser pequeño no significa ser menos valiente.

Así, en ese hermoso campo, un burro, una lagartija y un perro jugaron juntos todos los días, recordando siempre que los verdaderos amigos siempre están ahí para cuidarse entre sí, sin importar sus diferencias.

Desde entonces, cada vez que alguien les preguntaba cómo se hicieron amigos, Bruno sonreía y decía:

- Nunca subestimes el poder de la amistad, ¡puede sorprenderte!

Y así vivieron felices, enseñando a otros sobre la magia que se encuentra en la diversidad y la aceptación.

.

FIN.

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