Un Amistad Inesperada
Era una soleada mañana en el bosque, y Pepita, una ranita de piel verde brillante, saltaba alegremente de una hoja a otra. A pesar de ser muy juguetona y enérgica, Pepita tenía un pequeño problema: no le gustaba el gusano Luis, que pasaba sus días arrastrándose por la tierra, buscando un lugar donde tomar el sol.
Un día, mientras Pepita se preparaba para un salto espectacular, su amigo, el pájaro Tito, voló cerca y le dijo:
"¡Pepita! ¿Vas a hacer ese truco que tanto asusta a Luis?"
Pepita se rió y respondió:
"¡Sí! Me encanta verlo correr en círculos tratando de escapar. ¡Es tan gracioso!"
Tito intentó advertirle:
"Pero Pepita, Luis no quiere ser asustado. Todos tienen derecho a jugar tranquilamente."
Pepita frunció el ceño, pero no le dio mucha importancia a las palabras de Tito porque consideraba que sólo era un gusano.
Esa tarde, mientras Pepita se movía de un lugar a otro, se topó con Luis, quien estaba tratando de hacer un pequeño agujero en la tierra para descansar. Pepita decidió que era el momento perfecto para hacer uno de sus trucos.
"¡Mirá, Luis! ¡Voy a saltar más alto que nunca!"
Luis miró con desconfianza y respondió:
"No, Pepita. Por favor, no me asustes."
Pero Pepita, emocionada, dio un gran salto. Justo en ese momento, un rayo de sol iluminó el lugar y, sin querer, hizo que Pepita aterrizara justo sobre el pequeño agujero donde Luis estaba. El pobre gusano se asustó tanto que salió disparado hacia el costado, lejos de su hogar.
Pepita, al darse cuenta de lo que había hecho, sintió un nudo en el estómago.
"Oh no, Luis. Lo siento mucho, no quise asustarte. Te prometo que no volverá a suceder."
Luis, con la mirada triste, respondió:
"No es solo que me asustes, Pepita. Es que a veces siento que no me respetás porque soy diferente a vos. A veces, me gustaría que me vieras como un amigo, no como una broma."
Pepita reflexionó sobre lo que había dicho Luis. Comprendía que su forma de jugar había lastimado a alguien que solo quería ser apreciado. Se sintió muy mal y decidiendo que debía cambiar, le dijo a Luis:
"Voy a hacer todo lo posible para ser más respetuosa. ¿Quieres volver a jugar conmigo, pero de una manera en que ambos disfrutemos?"
Luis sonrió tímidamente y dijo:
"Claro, me gustaría. Pero podemos inventar juegos que no nos asusten."
Ambos comenzaron a pensar en juegos divertidos que no asustaran ni a Pepita ni a Luis. Al principio les costó un poco, pero pronto comenzaron a saltar y rodar por la tierra, inventando un nuevo tipo de juego donde ambos se divertían sin que uno asustara al otro.
Con el tiempo, Pepita y Luis se hicieron grandes amigos. La ranita aprendió a respetar las diferencias y disfrutar de cada momento con su amigo insecto. Pepita también se dio cuenta de que, aunque Luis no podía saltar, sí tenía habilidades sorprendentes. A menudo, Luis le mostró cómo hacer pequeñas rampas con la tierra, y juntos crearon un emocionante circuito de saltos donde ambos participaban.
Los otros animales del bosque, al ver la verdadera amistad que florecía entre ellos, se sintieron inspirados. Así, poco a poco, comenzó a florecer un ambiente de respeto en el bosque, donde todos aprendieron que cada uno, sin importar su forma o tamaño, merecía ser valorado.
Y así, Pepita y Luis demostraron que el respeto y la amistad son la base de cualquier relación, sin importar cuán diferentes sean dos seres. Desde aquel día, en el corazón del bosque, su amistad brilló como un ejemplo para todos los que asistieron a su historia.
Así concluye la historia de Pepita y Luis, dos amigos que nos enseñan que en la diversidad hay riqueza y que el respeto es fundamental para construir lazos duraderos.
FIN.