Un Amistoso Encuentro



Había una vez, en un bosque lleno de colores brillantes y árboles altos, un zorro llamado Rufus. Rufus era un animal astuto y ágil, siempre corría por el bosque con su pelaje anaranjado brillando al sol. Por otra parte, en un rincón del bosque, vivía una libre llamada Lía. Lía era una ave hermosa con plumas de todos los colores del arcoíris, siempre volando alto y explorando el cielo.

Desde pequeños, tanto Rufus como Lía habían escuchado historias de sus padres sobre cómo debían ser enemigos naturales.

"¡Cuidado con las libres, Rufus!" - le advertía su madre. "Son rápidas y pueden volar lejos, pero a los zorros les encanta perseguirlas."

"¡No te acerques a los zorros, Lía!" - le decía su papá. "Son astutos y siempre buscan atraparte."

Un día, mientras exploraba el bosque, Lía decidió volar muy bajo en busca de frutas jugosas. Mientras tanto, Rufus se distraía persiguiendo a un pequeño ratón. En un giro inesperado, Lía aterrizó cerca de Rufus, que al no darse cuenta de la presencia de la libre, se quedó mirando al ratón.

Al levantarse la cabeza, Rufus se sobresaltó y se encontró cara a cara con Lía.

"¡Oh no! ¡Una libre!" - exclamó, dando un salto hacia atrás.

"¡No! ¡No me hagas daño!" - chilló Lía, asustada.

Pero, algo inesperado sucedió. En lugar de gritar o intentar escapar, Rufus se detuvo y pensó en lo que había aprendido.

"Espera, no quiero hacerte daño. Solo te vi de cerca y... ¡eres hermosa!" - dijo Rufus, calmando su voz.

Lía no podía creer lo que escuchaba.

"¿De verdad? Primero escuché que debías atraparme..." - respondió con un poco de miedo.

"Ese es un mito antiguo, como un cuento de hadas. ¿Y si en lugar de pelear, hablamos un poco?" - sugirió Rufus, con una sonrisita en su rostro.

Lía dudó un momento, pero decidió dar una oportunidad. Se posó en una rama baja y los dos comenzaron a charlar. Durante la conversación, Lía le enseñó a Rufus sobre las frutas del bosque, y Rufus le contó historias sobre los juegos que jugaba con los demás animales.

Con cada palabra, sus miedos se desvanecieron. Lo que comenzó como un encuentro aterrador se transformó en una hermosa amistad. Juntos, exploraron el bosque, compartieron secretos y rieron a carcajadas.

Pero, en la distancia, dos de los padres de Lía los miraban con desprecio.

"¡No! ¡Eso no puede ser!" - exclamó el papá de Lía. "¡Una libre y un zorro juntos!"

"Se están arriesgando, queremos proteger a nuestra hija," dijo la mamá de Lía.

Así que, decidieron acercarse y hablar con Lía.

"Lía, no puedes ser amiga de un zorro. Eso no está bien. ¡Deberías volver a casa!" - dijo el papá, preocupado.

"Pero papá, ¡Rufus no es como los demás zorros!" - defendió Lía. "Él es amable y divertido. ¡Nunca me haría daño!"

"Te están manipulando, Lía. Ese zorro podría cambiar de opinión en cualquier momento" - insistió la mamá.

Lía, llena de determinación, recordó todos los momentos divertidos que había compartido con Rufus.

"Escuchen, yo entiendo sus preocupaciones, pero la amistad no tiene especies. No podemos vivir así, ¡tenemos que aprender a conocernos!" - exclamó Lía.

Y eso hizo que Rufus, sintiéndose valiente, se dirigiera a los padres de Lía.

"Señores, no soy como piensan. Solo quiero ser amigo de su hija y disfrutar de su compañía.

Los padres de Lía se miraron entre sí, llenos de dudas.

La madre de Lía, después de un instante de silencio, dijo:

"Quizás podamos darle una oportunidad, pero desde la distancia. Necesitamos ver que esto puede funcionar."

Lía y Rufus sonrieron al entender que su amistad no solo era especial para ellos, sino que también podía cambiar la forma en que los demás veían las cosas.

Desde entonces, la amistad entre Lía y Rufus creció, comenzando a abrir corazones en el bosque. Un día se celebró una gran fiesta en el claro del bosque, y todos los animales, tanto de tierra como de aire, vinieron a celebrar las diferencias. Rufus y Lía se convirtieron en los emblemas de la amistad, demostrando que, a pesar de lo que el mundo les había enseñado, podían elegir ser amigos.

Y desde ese día, Rufus y Lía mostraron a todos que la amistad no conoce barreras, y que cada uno, aunque fuera diferente, podía aprender y crecer juntos, convirtiendo el bosque en un lugar más amable.

Y así fue como un zorro y una libre demostraron al mundo que ser diferentes no significa ser enemigos, ¡sino que se puede forjar una amistad increíble!

FIN.

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