Un Amistoso Encuentro
Era una mañana soleada en el tranquilo campo. La gallina Pío-pío estaba felizmente picoteando granos de maíz que caían del granero. Pío-pío era una gallina muy curiosa y siempre estaba dispuesta a hacer nuevos amigos.
De repente, apareció un zorro llamado Rufi. Con su cola peluda y sus ojos astutos, se acercó lentamente a la gallina.
"Hola, gallinita. Quiero ser tu amigo. ¿Te gustaría jugar conmigo?" - preguntó Rufi, intentando sonar amigable.
Pío-pío lo miró con desconfianza. Había oído muchas historias de zorros que intentaban atrapar gallinas.
"Mmm, no sé… los zorros suelen comerse a las gallinas. No creo que sea una buena idea jugar contigo" - respondió la gallina, moviendo su cabeza de lado a lado.
Rufi se sintió un poco triste, pero no se dio por vencido.
"Es verdad, hay zorros que son tramposos, pero yo no soy uno de esos. Solo quiero divertirme y hacer amigos. ¿Cómo puedo probarte que soy diferente?" - insistió Rufi.
Pío-pío reflexionó un momento. Decidió que lo mejor era darle una oportunidad, pero puso una condición:
"Está bien, Rufi. Te daré una chance. Pero para asegurarte de que eres de fiar, tendrás que ayudarme con algo primero."
"¡Claro! ¿Qué necesitas?" - preguntó Rufi entusiasmado.
"Me gustaría que me ayudaras a buscar algunos granos de maíz que se cayeron por el camino. Si lo haces, y veo que eres honesto, podré jugar contigo" - explicó Pío-pío.
Rufi aceptó de inmediato y juntos comenzaron a explorar el campo. Mientras buscaban los granos, Rufi mostró su verdadera naturaleza, ayudando a Pío-pío a levantar hojas y mover piedras. A medida que pasaba el tiempo, la gallina notó que Rufi era realmente muy amable y divertido.
"Eres muy bueno ayudando, Rufi. Nunca vi un zorro tan servicial" - le dijo Pío-pío, sonriendo.
"¡Gracias! A veces, solo hace falta mirar más allá de las apariencias para encontrar amigos sinceros" - contestó Rufi.
El tiempo pasó volando y en un abrir y cerrar de ojos, llenaron un canasto con granos de maíz. Pío-pío, feliz y satisfecha, decidió que era hora de jugar.
"¡Ahora sí! ¿Listo para un juego?" - dijo la gallina emocionada.
"¡Sí! Me encanta jugar! ¿A qué jugamos?" - respondió Rufi.
"Podemos jugar a las escondidas. Tú cuentas y yo me escondo" - propuso Pío-pío.
Rufi aceptó y comenzó a contar hasta diez. Pío-pío se escondió detrás de una gran roca. Pero mientras Rufi la buscaba, ocurrió algo inesperado. Un grupo de patitos se acercó a Rufi.
"¿Puedo jugar también?" - preguntaron los patitos.
Rufi, emocionado, les sonrió y respondió:
"¡Claro! Cuanto más, mejor. Pero primero debo encontrar a mi amiga la gallina".
"¿Es la gallina buena o mala?" - preguntaron los patitos, asombrados.
"Es una gallina buena. Luchamos contra las apariencias, y aprendí que se puede confiar en algunos zorros" - contestó Rufi, riendo.
Finalmente, Rufi encontró a Pío-pío. Juntos comenzaron a jugar con los patitos y se hicieron un grupo enorme de amigos.
Pasaron toda la tarde jugando y riendo. Desde ese día, la gallina y el zorro se volvieron inseparables, demostrando que uno puede encontrar la amistad en los lugares más inesperados, siempre que se dé la oportunidad y se mantenga un corazón abierto.
Y así, el zorro y la gallina aprendieron que el verdadero valor de la amistad se encuentra en la confianza y en la bondad, sin importar las diferencias.
"Mañana jugamos de nuevo, Pío-pío!" - dijo Rufi mientras se despedían al atardecer.
"¡Sí, Rufi! No puedo esperar a ver qué más aventuras tenemos por delante!" - respondió Pío-pío, sonriendo ampliamente.
Y así, día tras día, la amistad entre el zorro y la gallina floreció como un hermoso jardín, enseñando a todos en el campo que la amistad trasciende cualquier frontera.
Fin.
FIN.