Un Amor Imposible
Érase una vez en un reino lejano, un dragón llamado Drako que vivía en la cima de una montaña. Drako era diferente a los otros dragones: no le gustaba volar y prefería pasar su tiempo observando el valle que se extendía abajo. Allí, vio a una hermosa campesina llamada Lía, que sembraba flores en su jardín.
Un día, Drako decidió hacer algo inusual. Conocía un hechizo antiguo que le permitía transformarse en humano. Así que, bajo la luz de la luna, se convirtió en un apuesto joven. Con su nuevo aspecto, bajó a visitar a Lía.
Cuando Lía lo vio, se sorprendió.
"¿Quién sos?" - preguntó, con curiosidad.
"Soy un viajero, y he venido a admirar tus bellas flores" - respondió Drako, sonriendo.
A medida que pasaban los días, Drako y Lía comenzaron a conocerse. Ella le habló sobre su vida en el campo, mientras él compartía historias de su aventura como dragón. Sus corazones comenzaron a unirse, y pronto se enamoraron.
Sin embargo, Drako sabía que debía contarle la verdad a Lía. Una noche, mientras miraban las estrellas, se armó de valor para hablarle.
"Lía, tengo que decirte algo importante. En realidad, soy un dragón" - confesó, con el corazón latiendo rápido.
"¿Un dragón?" - exclamó Lía, asombrada. n"Sí, pero quiero ser humano para poder amarte siempre" - agregó él.
Lía no sabía qué pensar. Había oído historias de dragones que capturaban a las personas y les robaban su felicidad.
"No sé... los dragones son criaturas temibles. ¿Por qué debería confiar en vos?" - susurró, con miedo.
"Te prometo que solo quiero hacerte feliz" - respondió Drako, con sinceridad.
Con el paso del tiempo, Lía decidió darle una oportunidad. Drako, como humano, la ayudó en el campo. Juntos, cultivaban flores y cuidaban de los animales. Pero había un problema: la gente del pueblo vio a Lía con el misterioso joven y comenzaron a murmurar.
"¿Por qué se juntará con él? Es un extraño" - decían a sus espaldas.
Mientras tanto, Drako sentía que su magia se desvanecía. Cada día como humano, le costaba más mantener la forma. Un día, mientras Lía recogía flores, se acercó a ella;
"Lía, tengo que contarte algo... ya no podré quedarme mucho tiempo así. Necesito volver a ser dragón" - le dijo, casi con lágrimas en los ojos.
"¡No! No puedes dejarme" - gritó Lía, angustiada.
Pero Drako le explicó que ser dragón era lo que realmente era, que aunque su amor era verdadero, su naturaleza era más fuerte que su deseo de ser humano.
"Puedo siempre cuidar de vos desde las alturas, con un brillo en el cielo" - aseguró.
Lía decidió enfrentar al pueblo. Con valentía, dijo:
"No importa si es un dragón, Drako es bueno y me hace feliz" - proclamó.
"¡Así que lo que importa es el corazón, no la apariencia!" - gritó, decidida.
El pueblo se quedó en silencio. Aquella joven campesina había mostrado una verdad mágica: el amor no conoce fronteras ni formas. Con el tiempo, los corazones de todos se abrieron.
Cuando Drako tuvo que marcharse, se despidió con una lágrima en el ojo.
"Prometeme que siempre mirarás al cielo, porque de allí te cuido" - dijo antes de volar hacia la montaña.
Y así fue como Drako, el dragón, se convirtió en el guardián de Lía. Ella, cada noche, miraba las estrellas y sentía su amor en cada destello del cielo.
Y el pueblo aprendió a aceptar su amor, enseñando a todos que lo verdaderamente importante es cómo somos por dentro. El amor puede ser sorprendente y superar cualquier barrera. Y así, Lía y Drako vivieron felices, aunque separados por naturaleza, unidos por amor.
FIN.