Un Amor que Brilla
Era un soleado día en el parque de la ciudad. Dana y Agustín, dos niños de diez años, eran los mejores amigos del mundo. Siempre jugaban juntos, se reían y compartían secretos.
Un día, mientras estaban en su lugar favorito, una mágica mariposa dorada apareció volando cerca de ellos.
- '¡Mirá, Agustín! ¡Esa mariposa es hermosa!' - dijo Dana, señalando hacia la mariposa.
- 'Sí, parece especial. ¿Creés que nos puede llevar a una aventura?' - respondió Agustín, con sus ojos brillando de emoción.
La mariposa comenzó a girar alrededor de ellos, y sin pensarlo dos veces, Dana y Agustín decidieron seguirla. La mariposa los llevó a un bosque encantado lleno de árboles altos y flores de colores brillantes.
- '¡Esto es increíble!' - exclamó Dana, maravillada por la belleza del lugar.
- '¡Mirá! Hay un castillo al final del camino' - dijo Agustín, señalando una construcción reluciente.
Intrigados, siguieron a la mariposa hasta llegar al castillo. Allí, los esperaban dos personajes mágicos: un rey y una reina.
- '¡Hola, valientes aventureros! Soy el Rey Radiante y esta es la Reina Brillante. Hemos estado esperando su llegada' - dijo el rey con una voz potente.
- '¿Esperándonos? ¿Por qué?' - preguntó Dana, curiosa.
- 'Necesitamos su ayuda. En nuestro reino, el fuego del amor y la amistad se ha apagado, y solo unos amigos verdaderos pueden encenderlo de nuevo' - respondió la reina, con una mirada anhelante.
Dana y Agustín se miraron, sintiendo una chispa de entusiasmo en su interior.
- '¡Nosotros podemos ayudar!' - exclamaron al unísono.
Los dos amigos comenzaron a explorar el castillo en busca de pistas. Encontraron un libro antiguo que hablaba sobre tres objetos mágicos que podían restaurar el fuego del amor: una rosa dorada, una estrella brillante y un corazón de cristal.
- 'Vamos a encontrarlos, Agustín. ¡No podemos dejar que el reino se quede sin amor!' - dijo Dana, con determinación.
- '¡Sí! ¡Vamos a hacer que el amor brille de nuevo!' - respondió Agustín entusiasmado.
El primer objeto, la rosa dorada, estaba oculto en un jardín lleno de espinas. Dana y Agustín, valientes, atravesaron las espinas cuidando de no hacerse daño y finalmente encontraron la rosa resplandeciente.
El segundo objeto, la estrella brillante, se hallaba en una montaña muy alta. 'Vamos a escalarla', dijo Agustín mientras comenzaban a subir. A pesar de que el camino era difícil, juntos se animaron mutuamente hasta llegar a la cima, donde la estrella les brillaba con fuerza.
- '¡Lo logramos!' - gritó Dana llenándose de alegría.
La última pieza, el corazón de cristal, estaba guardada en un lago rodeado de criaturas mágicas. Allí, se dieron cuenta de que para obtener el corazón necesitaban ayudar a las criaturas con un problema: habían perdido su risa.
- '¿Cómo podemos ayudarles?' - preguntó Agustín, mirando a las criaturas tristes.
- 'No reímos porque sentimos que no tenemos amigos. ¡Jugamos, pero no nos divertimos!' - explicó una de las criaturas.
Dana sonrió y tuvo una idea.
- '¡Podemos jugar juntos! ¡Hagamos una gran fiesta!' - sugirió.
Así, organizando juegos, cantos y baile, lograron devolverles la risa a las criaturas. Al verlas sonreír, el corazón de cristal comenzó a brillar intensamente.
- '¡Lo encontramos! ¡Esto es maravilloso!' - dijo Agustín, mientras recogían el corazón.
Con todos los objetos mágicos en sus manos, regresaron al castillo donde el rey y la reina los esperaban ansiosos.
- '¡Lo lograron! ¡Ahora enciendan el fuego de la amistad!' - exclamó el rey, emocionado.
Dana y Agustín colocaron los objetos en un altar y, al unirlos, una llama brillante surgió del suelo, iluminando todo el castillo y el bosque.
- '¡Gracias, valientes amigos! ¡Su amor y amistad son verdaderamente poderosos!' - dijo la reina, emocionada.
Dana y Agustín encontraron un nuevo significado en su amistad. Mientras regresaban a casa, el cielo reflejaba los colores del arcoíris, simbolizando el amor y la felicidad que habían devuelto al reino.
- 'Nunca olvidemos lo que podemos hacer juntos' - dijo Dana, sonriendo hacia su amigo.
- 'Siempre seremos un gran equipo, Dana. ¡Aventura tras aventura!' - concluyó Agustín, abrazando a su amiga con felicidad.
Y así, los amigos volvieron a su hogar, sabiendo que no importa cuán lejos los llevara la vida, siempre podrían encontrar luz en su amistad.
FIN.