Un amor sin fronteras
Luciana era una niña curiosa y amante de los animales. Siempre que podía, se escapaba al parque cerca de su casa para observar a los pájaros, alimentar a los patos y acariciar a los gatos callejeros.
Un día, mientras paseaba por el parque, escuchó un suave llanto que provenía de unos arbustos. Al acercarse con cuidado, descubrió a un pequeño perrito blanco y negro escondido entre las ramas. El animalito temblaba de frío y miedo.
Luciana lo miró con ternura y le extendió la mano para acariciarlo. El perrito movió la cola tímidamente y se dejó tocar. "¿Qué haces aquí solito, amiguito?", preguntó Luciana con voz suave.
El perrito respondió con un ladrido agudo y se acercó más a ella en busca de calor y protección. Sin dudarlo, Luciana decidió llevarlo a casa para cuidarlo y darle todo el amor que necesitaba.
Al llegar a su hogar, sus padres no pudieron resistirse al ver la carita triste del cachorrito abandonado. Aunque al principio tuvieron dudas por tener una mascota en casa, finalmente aceptaron quedarse con él bajo la condición de que Luciana se hiciera responsable de todas sus necesidades.
Los días pasaron y el perrito, al que llamaron —"Manchitas" por las manchas en su pelaje blanco y negro, se convirtió en parte indispensable de la familia.
Luciana lo bañaba, lo alimentaba, jugaba con él en el jardín e incluso le enseñó algunos trucos como sentarse o dar la pata. Poco a poco, Manchitas dejó atrás sus miedos y desconfianza iniciales para convertirse en un perro feliz y juguetón gracias al amor incondicional de Luciana.
Juntos vivieron aventuras increíbles: exploraron nuevos lugares del parque, conocieron otros animales e incluso participaron en concursos caninos donde demostraban lo bien que se llevaban.
Un día, mientras caminaban por el parque recordando todas las experiencias vividas juntos, Luciana abrazó a Manchitas con fuerza y le dijo:"Gracias por llegar a mi vida cuando más te necesitaba. Eres mi mejor amigo. "Manchitas respondió ladrando emocionado como si entendiera cada palabra dicha por su dueña fiel.
Esa tarde regresaron a casa llenos de alegría sabiendo que tenían uno al otro para siempre.
Desde entonces, Luciana siguió cuidando no solo a Manchitas sino también a todos los animales que encontraba en su camino porque aprendió que el amor verdadero puede transformar vidas y crear lazos indestructibles llenos de felicidad.
FIN.