Un Aprendizaje en Amistad
Érase una vez un niño llamado Carlos. Carlos era conocido en su escuela por su risa contagiosa, pero también por su tendencia a burlarse de los demás. Siempre encontraba motivo para reírse de quien cometía un error, especialmente si alguien no hacía las cosas de la manera que él lo hacía.
Un día, un niño nuevo llegó a su salón. Se llamaba José y era un poco tímido, con un brillo curioso en sus ojos. Cuando se presentó, algo en su cara mostraba que estaba ansioso. Carlos, al verlo, pensó que sería una buena oportunidad para divertirse un poco.
"Miren, llegó el nuevo, el que no sabe leer", dijo Carlos, soltando una risa burlona.
Los otros niños se sumaron a las risas, mientras José se sonrojaba y bajaba la mirada. Aquel comentario hirió su corazón y, aunque intentó sonreír, la tristeza lo envolvió.
A medida que pasaban los días, José se esforzaba por leer más fluido, pidiendo ayuda a sus compañeros. Pero cada vez que lo intentaba, Carlos estaba allí, listo para reírse de él. Un día, mientras José estaba practicando en la hora de lectura, Carlos decidió interrumpirlo.
"¡José, eso suena horrible! Ni siquiera sabes cómo pronunciar las palabras. ¿Por qué no mejor lo dejas para los grandes?"
El corazón de José se hundió. En ese momento, sintió que ya no quería asistir a la escuela.
Finalmente, un viernes, la maestra de la clase, la señorita Clara, fue testigo del comportamiento de Carlos. Decidió hacer algo al respecto. Al día siguiente, propuso un juego en grupos donde la lectura era la actividad principal. Carlos, emocionado, no dudó en unirse.
"¡Esto va a ser fácil!", exclamó Carlos, lleno de confianza.
El grupo se formó y, para su sorpresa, José quedó en el mismo equipo. Carlos comenzó a leer y se dio cuenta de que, aunque lo hacía rápido, a veces se equivocaba. Sin embargo, José lo miraba con admiración, y eso hizo que Carlos sintiera un extraño cosquilleo.
"¡Qué bien que leés, Carlos!", dijo José con sinceridad.
"Gracias, pero a veces también me equivoco", admitió Carlos, y su sonrisa se desvaneció un poco.
Esa tarde, mientras tomaban un descanso, Carlos y José comenzaron a hablar. Carlos se dio cuenta que José estaba intentando con mucho esfuerzo y dedicación.
"¿Te gustaría que te ayude a leer?" preguntó Carlos, sintiendo un remordimiento por las burlas pasadas.
"¿De verdad? Eso sería genial", respondió José, sorprendió pero aliviado.
Desde ese día, Carlos tomó la decisión de cambiar. Se convirtió en un mejor amigo para José, lo ayudaba a leer y al mismo tiempo, aprendía cosas nuevas. José, a su vez, contagió a Carlos de su perseverancia y alegría.
Poco a poco, la clase de ambos se convirtió en un lugar más amistoso y cálido. Juntos, aprendieron que todos tenemos diferentes fortalezas y debilidades. Jugaron, rieron y, sobre todo, se apoyaron mutuamente.
Al finalizar el año escolar, la señorita Clara organizó una función en la que los niños tendrían que leer en público. Carlos y José decidieron leer un cuento juntos. Cuando llegó su turno, Carlos sintió nervios, pero José lo miró con confianza y sonrió.
Cuando terminaron, la sala estalló en aplausos.
"¡Lo hicimos!", gritó José tras bajar del escenario, y Carlos lo abrazó, sintiendo una verdadera amistad.
"Sí, ¡y gracias por ser un gran amigo!" dijo Carlos, feliz de haber aprendido una valiosa lección.
Desde entonces, Carlos dejó de juzgar a los demás. Se convirtió en un defensor de aquellos que necesitaban apoyo, y José encontró la confianza que tanto anhelaba. Juntos, demostraron que el verdadero valor está en la amistad y la empatía. Y así, vivieron muchas aventuras más, riendo juntos, no a costa de otros, sino celebrando sus diferencias y aprendizajes mutuos.
FIN.