Un Aventura Inesperada
Era una mañana brillante y soleada cuando Megan y Stephanie, dos mejores amigas, decidieron que era hora de escapar de la rutina y organizar un viaje a la costa. Habían estado soñando con construir castillos de arena y disfrutar del suave sonido de las olas del mar.
-Debemos hacer las valijas, Stephanie. ¡No quiero olvidar nada! - exclamó Megan emocionada, mientras llenaba su mochila con galletitas, protector solar y su sombrero favorito.
-¡Cierto! No puede faltar el juego de mesas. ¡Vamos a jugar en la playa! - respondió Stephanie, mientras también agregaba una pelota de fútbol, lista para aventuras en la arena.
Las chicas salieron de casa muy temprano por la mañana, llenas de energía y risas. Cuando llegaron a la costa, lo que vieron las dejó sin palabras: un mar de aguas cristalinas, una playa dorada y un cielo azul. Todo parecía perfecto.
Pero al poco tiempo de instalarse, un fuerte viento comenzó a soplar. Las olas crecieron y el cielo se nubló. Al acercarse a la orilla, Molly, la perra de Megan, empezó a ladrar con desesperación.
-¿Qué pasa, Molly? - preguntó Megan, confundida.
El viento soplaba cada vez más fuerte y se escuchó un estruendo. De repente, un gran tronco apareció en la playa, arrastrado por las olas. Las chicas se miraron con preocupación.
-Esto no suena nada bien, Megan. ¿Y si no podemos quedarnos aquí? - Stephanie dijo con un tono de alarma.
-Quizás deberíamos ir al hotel y mantenernos a salvo hasta que pase la tormenta.- sugirió Megan, tratando de calmar la situación.
Al llegar al hotel, las chicas se dieron cuenta que no había luz y el lugar estaba lleno de turistas preocupados. El tiempo no mejoraba y comenzaron a pensar en cómo podían hacer que las siguientes horas fueran divertidas a pesar del mal clima.
-Ya sé, hagamos una búsqueda del tesoro dentro del hotel. Podemos pedirle a los chicos de la recepción que nos den pistas.- propuso Stephanie, iluminándose su rostro.
-¡Buenísima idea! Vamos a hacer que este día sea especial.- contestó Megan, y juntas fueron hacia la recepción.
Los adultos estaban encantados con la propuesta y ayudaron a las chicas a crear pistas que las llevarían de un lugar a otro del hotel. Encontraron objetos divertidos y fueron ganando pequeñas recompensas: dulces, stickers y un par de gorritas de la playa.
Después de muchas risas, la tormenta terminó. El sol volvió a brillar y las chicas salieron al exterior, listas para disfrutar de la playa. Pero al llegar, encontraron algo sorprendente: el tronco que había llegado antes de la tormenta estaba lleno de conchas, caracoles y hasta algunos cangrejitos.
-Miralo, Megan, ¡es un tesoro real! - gritó Stephanie, mientras corría hacia el tronco.
Las chicas se pusieron a recolectar las conchas más hermosas y a jugar con los cangrejos, olvidando por completo el miedo que habían sentido antes. Fue un momento de pura alegría y aventura.
Al finalizar el día, recaudar todos esos tesoros en una caja, se sentaron juntas a escuchar el ruido del mar.
-Esto es lo que hace que sea especial, ¿no? - comentó Megan.
-Sí, a veces lo inesperado nos lleva a momentos inolvidables.- respondió Stephanie, sintiéndose agradecida por su amiga y su actitud positiva.
Los días pasaron en la costa llenos de risas y nuevas experiencias, pero nunca olvidaron el momento en que la tormenta les enseñó a encontrar la diversión incluso en los días difíciles. Al regresar a casa, Megan y Stephanie no solo trajeron conchas, galletitas y recuerdos; también aprendieron que incluso cuando las cosas no salen como se planean, siempre hay una oportunidad para encontrar la aventura.
FIN.