Un Baile que Une
Era una vez una vaca muy especial llamada Margarita.
A diferencia de las demás vacas, a Margarita le gustaba hacer algo diferente: ¡bailar! Todas las noches, cuando el sol se ocultaba y la luna iluminaba el campo, Margarita salía de su granero y se dirigía al claro del bosque para bailar bajo las estrellas. Un día, mientras Margarita estaba practicando sus pasos de baile en medio del prado, apareció un grupo de animales curiosos.
Había conejos, pájaros y hasta un zorro astuto que se habían acercado para ver qué hacía esa vaca tan divertida. El conejo más valiente fue el primero en acercarse a Margarita y preguntó con asombro: "¡Hola, vaca graciosa! ¿Por qué bailas sola?".
Margarita sonrió y respondió amablemente: "¡Hola a todos! Bailo porque me hace feliz. El baile es mi forma de expresión y me ayuda a conectarme con la naturaleza". Los demás animales quedaron maravillados por la respuesta de Margarita.
Nunca antes habían conocido a alguien tan apasionado por algo como ella lo era por el baile. Inspirados por su valentía, los animales decidieron formar un círculo alrededor de Margarita e intentaron imitar sus movimientos.
Al principio fue difícil para ellos coordinarse y seguir el ritmo, pero poco a poco fueron mejorando gracias a la paciencia y dedicación de Margarita.
Pasaron los días y las noches, y cada vez más animales se unían al grupo para aprender a bailar junto a Margarita. Pronto, el prado se convirtió en un escenario lleno de risas y alegría. Un día, cuando el grupo de animales estaba practicando su coreografía más complicada, llegó un granjero llamado Don Manuel.
Al ver a todos los animales bailando, se quedó perplejo y preguntó: "¿Qué está pasando aquí?". Margarita tomó la palabra y explicó con entusiasmo: "Don Manuel, estamos aprendiendo a bailar juntos.
El baile nos ha enseñado a trabajar en equipo, a respetarnos y a divertirnos". Don Manuel sonrió y dijo: "Nunca había visto algo así en toda mi vida. Me encanta cómo has logrado unir a estos animales de diferentes especies gracias al baile".
Desde aquel día, Don Manuel permitió que Margarita y sus amigos tuvieran su propio espacio para practicar el baile en el campo. Además, decidió organizar una gran fiesta para mostrar al resto de la comunidad lo que habían logrado.
La noticia se esparció rápidamente por todo el pueblo y llegaron personas de todas partes para disfrutar del increíble espectáculo que Margarita y sus amigos habían preparado. Margarita se sentía orgullosa de haber inspirado a tantas personas y animales con su pasión por el baile.
Todos aplaudieron emocionados mientras ellos mostraban sus mejores movimientos sobre el escenario improvisado. A partir de ese día, Margarita siguió bailando bajo las estrellas todas las noches, pero ahora tenía compañeros con quienes compartir su amor por la danza.
Y así fue como una vaca graciosa se convirtió en la inspiración de una comunidad entera, demostrando que el baile puede unir a personas y animales sin importar sus diferencias.
Porque cuando bailamos juntos, no hay barreras que nos detengan y solo existe la alegría y el amor por la música.
FIN.