Un cambio hacia la amistad
Había una vez en la Escuela Eugenio Espejo, un grupo de niños muy traviesos y desordenados. Eran los estudiantes del quinto grado A, y parecían haber olvidado las reglas de respeto y convivencia.
Los niños peleaban constantemente entre ellos, discutían por cualquier cosa y se decían muchos chismes. La profesora, la señorita Laura, estaba agotada. Todos los días tenía que lidiar con el bullicio y la falta de atención de sus alumnos.
Un día, la señorita Laura se despertó sintiéndose aún más cansada de lo normal. Su cabeza dolía tanto que parecía a punto de explotar.
Pero a pesar de todo eso, sabía que su deber era ir a trabajar y enseñarles a esos niños algo importante. Al llegar a la escuela, encontró el salón en un completo desorden. Los pupitres estaban revueltos, había papeles tirados por todos lados y los niños seguían peleando sin parar.
La señorita Laura decidió tomar medidas drásticas para captar la atención de sus alumnos. Se subió al escritorio y alzó mucho su voz:- ¡Basta! -gritó-. ¡Ya no puedo más con todo este ruido! Necesito que me escuchen.
Los niños quedaron sorprendidos por el tono enérgico de su maestra. Nunca antes habían visto a alguien tan decidido como ella. - Chicos -continuó-, sé que ustedes son capaces de ser mejores personas. Solo necesitan aprender a respetarse unos a otros y ser más ordenados.
Los pequeños comenzaron a reflexionar sobre las palabras de la señorita Laura. Se dieron cuenta de que su conducta afectaba no solo a ella, sino también a sus compañeros. Decidieron hacer un cambio y ser mejores.
A partir de ese día, los niños empezaron a trabajar en equipo para mantener el orden en el salón. Crearon un sistema de turnos para organizar los materiales y limpiar el salón al final del día.
Además, aprendieron a resolver sus diferencias sin pelear. Cuando surgía una discusión, se sentaban juntos y buscaban soluciones pacíficas. La señorita Laura notó el cambio positivo en sus alumnos y se sintió muy orgullosa de ellos.
Su cabeza comenzó a dejar de doler tanto y poco a poco recuperó su energía. Un día, la profesora propuso un desafío especial para sus estudiantes: organizaron una obra de teatro sobre la importancia del respeto y la amistad. Cada niño tenía un papel importante que representar.
Los padres asistieron al evento con alegría y vieron cómo sus hijos habían crecido tanto durante ese tiempo. Todos aplaudieron emocionados al verlos actuar con responsabilidad y respeto hacia los demás.
Desde ese día, el quinto grado A se convirtió en un ejemplo para toda la escuela Eugenio Espejo. Los demás cursos aprendieron del esfuerzo y dedicación de esos niños traviesos que supieron transformarse en personas respetuosas y solidarias.
Y así fue como la profesora Laura encontró nuevamente la alegría por enseñar. Comprendió que cada uno tiene dentro de sí mismo la capacidad de cambiar las cosas si lo desea realmente. Desde aquel día, la Escuela Eugenio Espejo se convirtió en un lugar lleno de armonía y aprendizaje.
Los niños del quinto grado A continuaron siendo un ejemplo para todos, demostrando que el respeto y la amistad son valores fundamentales en la vida. Y colorín colorado, esta historia de transformación y crecimiento ha terminado.
FIN.