Un Colorido Viaje Montuvio
Era un día soleado en la tranquila localidad de San Juan, donde vivían Jacinto y Ramona, dos montuvios que se destacaban por su amor y orgullo por la vestimenta típica de su cultura. Jacinto siempre lucía su sombrero de ala ancha y una camisa de rayas brillantes, mientras que Ramona se ponía su falda colorida y una blusa bordada con flores de todos los colores. Juntos, formaban un dúo inigualable y siempre estaban rodeados de amigos divertidos: el ingenioso Carlos, la alegre Rosa, el ocurrente Miguel y la talentosa Sofia.
Un día, mientras estaban en la plaza jugando a las escondidas, decidieron hacer un concurso de vestimenta tradicional. Todos los amigos se emocionaron y empezaron a preparar sus mejores atuendos. Jacinto, siempre un poco competitivo, propuso "¡Hagamos un desfile! La mejor vestimenta ganará un trofeo especial hecho de caña!"-.
Todos estuvieron de acuerdo y, en la tarde siguiente, la plaza se llenó de colores y risas. Cada uno se esforzó al máximo para mostrar su atuendo. Miguel se puso un poncho gigante, Rosa adornó su cabello con flores silvestres y Carlos optó por un conjunto de gaucho clásico. El desfile fue un éxito; todos aplaudieron y gritaban con entusiasmo. Pero había algo que Jacinto no había anticipado: en medio del desfile, se desató un fuerte viento que hizo volar el sombrero de Jacinto.
"¡Oh no, mi sombrero!"- gritó Jacinto, preocupado.
De inmediato, sus amigos se lanzaron en busca de la presa aérea. Rosa corrió, Carlos saltó y Sofia se subió a un banquito para verlo desde arriba. Mientras tanto, Ramona, fiel y astuta, sugirió "¿Por qué no hacemos que el viento sea nuestro aliado?"-.
Todos pensaron que era una idea brillante. Empezaron a hacer movimientos de baile imitando el viento, saltando y haciendo giros. El viento, divertido, comenzó a jugar con ellos, arrastrando un poco más el sombrero de Jacinto. Sin embargo, lo hizo de manera tal que el sombrero terminó llegando a las manos de los niños que miraban el desfile.
Los pequeños, emocionados, comenzaron a pasárselo entre ellos. Jacinto se dio cuenta de lo que estaba pasando y, en lugar de enojarse, rió y gritó "¡Eh! ¡Así que todos quieren mi sombrero! ¡Se ve que es muy popular!"-
"¡Vamos a pedirles que te lo devuelvan a cambio de algo!"- sugirió Rosa.
Así que, llevando un poco ofrenda de alegría, todos los amigos se acercaron a los niños.
"¿Les gustaría bailar un poco con nosotros?"- preguntó Sofia.
Los niños, encantados, aceptaron y comenzaron a bailar, riendo y disfrutando del momento. Finalmente, después de un rato de juegos y risas, uno de los niños devolvió el sombrero de Jacinto.
"¡Lo hicimos! ¡El viento es un buen amigo!"- exclamó Jacinto, resaltando la unión y la creatividad de su grupo de amigos.
A partir de ese día, aprendieron que en lugar de enojarse por las situaciones fuera de control, podían resolverlo con alegría y creatividad. El desfile terminó con un gran baile en la plaza, donde todos, sin excepción, mostraron su orgullo por su vestimenta montuvia, y Jacinto, ahora más que nunca, se sintió orgulloso de su sombrero, que había llevado a una aventura inolvidable.
Y así, todos aprendieron que, juntos, podían enfrentar cualquier tempestad y que la felicidad se encuentra en la amistad, la diversión y en el orgullo de ser quienes son.
Desde ese día, Jacinto y Ramona solían mirar hacia el cielo y sonreír, recordando a su amigo el viento, mientras escreban un cuento en el diario de la plaza sobre su divertida experiencia.
FIN.