Un concurso de talentos para celebrar la diversidad


Había una vez un niño llamado Juan, que era muy divertido y siempre se llevaba bien con todos sus amigos. Un día, Juan hizo una apuesta con sus amigos José y Pedro, pero desafortunadamente perdió.

Ahora debía cumplir un reto que sus amigos le habían propuesto. El reto consistía en hacerle una broma pesada a su compañero de clase, Tomás.

Aunque al principio parecía algo gracioso para Juan, pronto se dio cuenta de que la broma podía lastimar los sentimientos de Tomás y dejarlo en ridículo frente a todos. Juan sabía que no estaba bien hacerle daño a alguien solo por diversión.

Recordó las palabras de su mamá: "Trata a los demás como te gustaría ser tratado". Entonces decidió hablar con José y Pedro para explicarles cómo se sentía.

"Chicos, entiendo que perdí la apuesta y tengo que cumplir el reto, pero no me siento cómodo haciendo esa broma a Tomás", les dijo Juan con sinceridad. José y Pedro quedaron sorprendidos por la respuesta de Juan. Ellos pensaban que sería divertido ver cómo Tomás reaccionaba ante la broma.

Sin embargo, también eran buenos amigos de Tomás y comenzaron a reflexionar sobre lo que estaban planeando hacer. "Tienes razón, Juan", dijo José después de unos minutos de silencio. "No podemos jugar con los sentimientos de alguien solo por diversión". Pedro asintió en acuerdo "Tienes toda la razón, chicos.

No está bien hacer daño a otros solo porque perdimos una apuesta". Entonces decidieron buscar otra forma de cumplir el reto sin lastimar a nadie. Querían hacer algo que fuera divertido y no dañino para los demás.

Después de mucho pensar, se les ocurrió una idea genial. Decidieron organizar un concurso de talentos en la escuela, donde todos los estudiantes podrían mostrar sus habilidades especiales. Sería una oportunidad para que Tomás brillara y demostrara su talento ante todos.

Juan, José y Pedro se pusieron manos a la obra. Prepararon todo el escenario, invitaron a los profesores y compañeros de clase e incluso consiguieron un premio especial para el ganador del concurso.

Cuando llegó el día del concurso, Tomás estaba muy emocionado por participar. Todos los estudiantes aplaudieron y animaron a cada uno de los concursantes mientras mostraban sus talentos. Tomás decidió cantar una hermosa canción que había compuesto él mismo.

Su voz resonó en todo el auditorio, dejando a todos boquiabiertos por su increíble talento. Al final del concurso, Tomás fue nombrado ganador y recibió el premio especial. Se sintió muy feliz al saber que su talento había sido reconocido por todos sus compañeros.

Juan se acercó a Tomás después del evento "Perdona si alguna vez te hicimos sentir mal o queríamos jugar contigo de forma hiriente", le dijo Juan sinceramente. "Hoy aprendimos lo importante que es apoyarnos mutuamente y celebrar nuestras habilidades".

Tomás sonrió "¡Gracias por darte cuenta! Y gracias por organizar este maravilloso concurso donde pude mostrar mi verdadero yo". Desde ese día, Juan, José, Pedro y Tomás se convirtieron en amigos inseparables.

Aprendieron que es mejor apoyarse y celebrar los talentos de cada uno en lugar de hacer bromas hirientes. Y así, el concurso de talentos se convirtió en una tradición anual en la escuela, donde todos los estudiantes tenían la oportunidad de brillar y ser reconocidos por sus habilidades únicas.

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