Un corazón en el mar
En un rincón del océano, donde las aguas brillaban de colores y los peces danzaban alegremente, vivía Úrsula, una octópoda transformada. No siempre había sido amable; antes era vista como una bruja temida por todos los seres marinos. Pero una mañana, mientras reposaba en su hogar entre algas, recordó un tiempo lejano, cuando anhelaba ser amiga de todos.
"¿Por qué siempre debo ser la mala de la historia?", se preguntó con tristeza. "Si tan solo pudiera hacer algo bueno...". Desde ese día, Úrsula decidió cambiar y encontró una manera de demostrar que podía ser amable y generosa.
Un día, mientras nadaba cerca de un arrecife, vio a Ariel, la pequeña sirenita, atrapada en una red. Vio en sus ojos temor y desesperación.
"¡Ayuda! ¡No puedo salir!", gritó Ariel con horror.
Úrsula sintió que su corazón se aceleraba. Siempre había visto a Ariel como una rival, pero esa vez sus instintos la guiaron de otra manera. Nadó hasta la sirenita y, en lugar de asustarla, dijo:
"No temas. Voy a ayudarte".
Con un rápido movimiento de sus tentáculos, comenzó a desmadejar la red. Ariel, sorprendida, no sabía qué pensar.
"¿Tú? ¿Ayudándome? ¿No deberías estar buscando capturarme?".
"He cambiado, Ariel. Quiero ser amiga".
La sirenita miró a Úrsula con desconfianza, pero algo en su mirada le dio esperanza.
Mientras Úrsula liberaba a Ariel, un grupo de peces que pasaba se detuvo a mirar, con curiosidad. Uno de ellos, un pez payaso llamado Neno, pidió:
"¿Por qué ayudar a Ariel, Úrsula?".
"Porque todos merecemos una segunda oportunidad, incluso yo. Quiero demostrar que puedo ser buena".
Una vez libre, Ariel sonrió tímidamente y le dijo:
"Gracias, Úrsula. No sé qué pensar de todo esto, pero... me alegra que estés aquí".
Los siguientes días, Ariel comenzó a visitar a Úrsula. Juntas exploraban el océano, llenándolo de risas y aventuras. Incluso organizaron fiestas submarinas, donde la amistad entre las criaturas marinas florecía. Pero no todos estaban de acuerdo con la nueva amistad. Un cangrejo llamado Regi, celoso de la atención que Úrsula estaba recibiendo, decidió hacer un plan para arruinarlo todo.
Una noche, mientras todos bailaban bajo la luz de las luciérnagas marinas, Regi interrumpió:
"¡Esperen! ¿Acaso no se dan cuenta de la verdad? Úrsula es solo una zorronga disfrazada".
El ambiente se congeló. Todos miraron a Úrsula con temor.
"¡No soy una zorronga!", exclamó Úrsula con tristeza. "He cambiado".
Ariel, con firmeza, intervino:
"No debemos juzgar a alguien por su pasado. ¡Miremos lo que ha hecho por nosotros!".
Los otros peces comenzaron a murmurar. Regi se sintió amenazado y siguió criticando:
"¡No se dejen engañar! Úrsula es peligrosa".
Pero Ariel, decidida, nadó hacia Regi y le dijo:
"Si no le das una oportunidad a Úrsula, nunca sabrás lo buena que puede ser".
Un momento tenso pasó, pero finalmente, los otros peces comenzaban a sonreír, recordando todos los buenos momentos que habían tenido con Úrsula. La fiesta continuó, pero Regi se sintió solo.
Al día siguiente, Úrsula decidió acercarse a Regi. Con timidez, le dijo:
"No quiero ser una enemiga, Regi. Quiero ser amiga de todos".
El cangrejo, sorprendido por el gesto, respondió:
"Quizá te he juzgado demasiado rápido. ¿Me darías la oportunidad de disculparme?".
Y así, poco a poco, Regi aprendió a confiar en Úrsula y, junto con Ariel, empezaron una nueva amistad en el océano. Los días pasaron y todos en el fondo marino fueron testigos de cómo Úrsula se transformó en el corazón del arrecife, organizando actividades, cuidando a los más pequeños y, sobre todo, aprendiendo a ser generosa.
Un día, mientras todos nadaban juntos, Úrsula dijo:
"Gracias, amigos. Nunca pensé que podría ser tan feliz con ustedes".
Y así, el cuento de Úrsula, la antigua bruja, se convirtió en una historia de amistad y redención. En el océano, Úrsula no solo había encontrado una nueva vida, sino también un hogar lleno de amor y risas.
FIN.