Un cuento de amor en los Andes


Había una vez en la fría y hermosa cordillera de los Andes, un frailejón llamado Froilán. Froilán vivía en lo más alto de un páramo nevado, donde el viento soplaba fuerte y la nieve cubría todo a su alrededor.

A pesar de las duras condiciones del lugar, Froilán siempre mantenía una sonrisa en su rostro y una actitud positiva ante la vida.

Un día, mientras Froilán contemplaba el paisaje blanco que lo rodeaba, escuchó un débil llanto que provenía de detrás de unas rocas. Con curiosidad se acercó y descubrió a un pequeño pajarito azul que temblaba de frío. "¿Qué te pasa, amiguito?" preguntó Froilán con ternura.

El pajarito le contó que se había perdido durante una tormenta y no podía encontrar a su familia. Sin dudarlo, Froilán decidió ayudarlo. "No te preocupes, yo te cuidaré hasta que puedas volar nuevamente" dijo con determinación. Durante días, Froilán cuidó al pajarito azul con amor y paciencia.

Le enseñó a buscar comida entre la nieve, a resguardarse del frío en cuevas naturales y juntos compartieron hermosos momentos observando el amanecer sobre las montañas.

Poco a poco, el pajarito azul recuperó sus fuerzas gracias al cuidado de Froilán. Un día soleado, el pequeño amigo batió sus alas con fuerza y emprendió vuelo hacia el cielo azul. "¡Gracias por todo, querido Frailejón! Siempre recordaré tu bondad" cantó el pajarito mientras se alejaba.

Froilán sintió una mezcla de alegría por ver al pajarito libre nuevamente y tristeza por la partida de su amigo. Sin embargo, sabía que había hecho algo maravilloso al ayudar a aquel ser indefenso en medio del páramo nevado.

Pasaron los meses y la primavera llegó al páramo nevado. Las flores comenzaron a brotar entre la nieve derretida y los animales salían de sus refugios para disfrutar del nuevo ciclo de vida.

Froilán se sentía feliz viendo cómo todo renacía después del invierno. Una mañana soleada, mientras admiraba un campo lleno de flores amarillas bailando con el viento, escuchó un familiar trinar a lo lejos. Para su sorpresa, vio llegar volando al pajarito azul junto a toda su familia.

"¡Froilán! ¡Vinimos para darte las gracias por tu generosidad! Gracias a ti pudimos reunirnos nuevamente como familia" cantaron los pajaritos emocionados. Froilán no podía contener la emoción ante aquel gesto tan especial.

Había sembrado amor y ahora estaba cosechando gratitud y felicidad multiplicada. Desde ese día en adelante, cada primavera los pájaros azules regresaban al páramo nevado para visitar a su querido amigo Frailejón. Juntos compartían risas, historias e infinitos momentos inolvidables bajo el sol radiante de los Andes.

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