Un Cuento de Generosidad



En un frondoso bosque, donde los árboles susurraban secretos y las flores danzaban al viento, vivían tres animales muy diferentes. Era un lugar mágico donde cada día sucedían cosas inesperadas.

El primero era Elefante. Era enorme y fuerte, pero tenía un gran problema: no le gustaba compartir. Tenía un vasto lago donde todos los animales iban a beber, pero siempre les decía:

"¡Este es mi lago! No deben beber aquí si no me piden permiso."

Los animales murmuraban entre ellos, pero Elefante se mantenía firme en su decisión.

El segundo era León. Era el rey de la selva, pero también era muy codicioso. Tenía un montón de comida deliciosa almacenada en una cueva secreta. Caza más de lo que necesita, y siempre excluía a los demás:

"¡Yo soy el rey! Así que se supone que debo tener más comida que todos. Los demás deben conseguir su propia comida."

Mariposa, la tercera protagonista, se sentía triste por la actitud de sus amigos. Ella, a diferencia de ellos, era generosa y siempre ayudaba a los demás:

"¿Por qué no pueden compartir? Si ayudaran a los demás, todos seríamos más felices."

Un día, mientras todos estaban en el lago, un rumor llegó a los oídos de Elefante y León. Un grupo de cazadores estaba acercándose al bosque. Los animales entraron en pánico y comenzaron a discutir sobre qué hacer.

"¡Yo no pienso compartir mi lago!" - declaró Elefante, asustado.

"¡Y yo no voy a dejar que nadie toque mi comida!" - respondió León, con su voz grave.

Mariposa los miró con tristeza y decidió actuar. Ella voló rápidamente hacia el grupo que estaba huyendo y les dijo:

"¡Amigos, escuchen! Si trabajamos juntos, podremos hacer que los cazadores se vayan. Debemos unificar nuestros recursos. Elefante, tú puedes usar tu fuerza para asustarlos. León, puedes rugir para que se alejen. Yo volaré alrededor de ellos para distraerlos."

Elefante y León se miraron, sorprendidos. Nunca habían pensado en unir sus fuerzas. Pero la idea de Mariposa les comenzó a hacer eco en sus corazones.

"Está bien, hagámoslo. Pero sólo por esta vez," - dijo Elefante, dudando.

"Sí, lo haremos. Aunque no me gusta compartir, es lo correcto," - añadió León.

Ese día, los tres unieron sus fuerzas. Elefante levantó su trompa y recordó lo grande que era. León rugió con todo su poder y Mariposa danzó en círculos alrededor de los cazadores, llenando el aire de luces y colores. Los cazadores, confundidos por el espectáculo, decidieron que era mejor irse y no regresar.

Cuando todo terminó, los animales se sintieron aliviados. Mariposa se acercó a Elefante y León:

"¿Ven? Cuando compartimos nuestras habilidades y trabajamos juntos, logramos grandes cosas."

Elefante reflexionó y, por primera vez, sonrió:

"Tienes razón, Mariposa. Me doy cuenta de que no hay necesidad de ser egoísta. Podemos tener mucho más si compartimos."

León asintió, contento:

"También me he dado cuenta de que ser codicioso no me hace un rey. Un verdadero rey debe cuidar a su reino."

Desde aquel día, Elefante comenzó a permitir que los otros animales bebieran de su lago y León compartió su comida con aquellos que lo necesitaban. Se convirtieron en grandes amigos, y aprendieron que la generosidad no solo hace felices a los demás, sino que también llena nuestros propios corazones de alegría.

Y así, en el bosque, el aire se llenó de risas y armonía, mientras Elefante, León y Mariposa continuaron juntando fuerzas, no solo para ellos, sino para todos los que habitaban en su mágico hogar.

FIN.

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