Un cuento de humildad y amistad


Había una vez en un hermoso parque de la ciudad, un perro llamado Rufus. Rufus era conocido por ser el perro más vanidoso de todo el vecindario.

Pasaba horas frente al espejo admirando su pelaje brillante y sus orejas perfectamente peinadas. Un día, mientras paseaba por el parque luciendo su collar brillante y caminando con aires de grandeza, se encontró con Lulú, una perrita callejera muy humilde pero llena de alegría.

"¡Hola Rufus! ¿Cómo estás hoy?" -dijo Lulú con una sonrisa cálida. Rufus la miró de arriba abajo con desdén y respondió: "Hola Lulú, estoy muy bien como siempre. No puedo decir lo mismo de ti, pareces haber salido del basurero".

Lulú no se sintió ofendida y simplemente rió antes de decir: "No importa cómo luzca por fuera, lo importante es ser feliz y disfrutar cada momento".

Rufus rodó los ojos y siguió su camino, pensando que Lulú no entendía nada sobre la importancia de la imagen y el estilo. Días después, se anunció un concurso canino en el parque. Rufus estaba emocionado porque finalmente tendría la oportunidad de demostrar a todos lo hermoso que era.

Se preparó durante días, bañándose con los mejores productos y eligiendo el atuendo más elegante para la ocasión. Cuando llegó el día del concurso, todos los perros lucían radiantes. Rufus desfilaba confiado por la pasarela cuando escuchó murmullos y risitas a su alrededor.

Para su sorpresa, los jueces premiaron a Lulú como la ganadora del concurso. "¿Cómo es posible?" -exclamó Rufus desconcertado"¡Si ella ni siquiera tiene dueño ni casa!".

Uno de los jueces se acercó a Rufus y le dijo: "La verdadera belleza no está en lo externo sino en lo que llevamos dentro. Lulú irradiaba alegría y bondad en cada paso que daba, algo que ningún pelaje brillante puede igualar".

Rufus reflexionó sobre las palabras del juez mientras veía a Lulú celebrar su victoria junto a sus amigos del parque. Se dio cuenta de que había pasado tanto tiempo obsesionado con su apariencia exterior que se había olvidado de cultivar su verdadero ser interior.

Desde ese día en adelante, Rufus cambió su actitud. Aprendió a valorar las cosas importantes de la vida como la amistad, la humildad y la generosidad.

Ya no pasaba tanto tiempo frente al espejo; ahora prefería pasar tiempo jugando con sus amigos y ayudando a aquellos que lo necesitaban. Y así fue como un perro vanidoso recibió una lección inolvidable gracias a una perrita callejera llamada Lulú: nunca subestimes el poder del corazón sobre las apariencias exteriores.

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