Un Cuento de Música y Unión
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, vivía un niño llamado Ali. Era un alegre jovencito con una gran pasión: ¡la música! Desde muy chiquito, Ali soñaba con tocar su guitarra en grandes escenarios y hacer felices a las personas con sus canciones.
Ali pasaba horas en el parque de su pueblo, donde siempre había una rueda de amigos. Se juntaban a jugar y a contar historias. Un día, mientras sus amigos tocaban la pelota, Ali se sentó bajo su árbol favorito, sacó su guitarra y empezó a tocar.
- ‘¿Qué lindo suena eso, Ali! ¿Podés enseñarnos? ’ - dijo su amiga Sofía, acercándose.
- ‘¡Claro! ¿Quieren aprender a tocar? ’ - respondió Ali, emocionado.
Así fue como a Ali le surgió una idea brillante: organizaría clases de música en el parque. Agradó tanto la idea a sus amigos que pronto se llenó de chicos y chicas ansiosos por aprender. Pero había un pequeño problema: a Ali le faltaban instrumentos.
Un día, decidió hablar con su abuela, que siempre había sido su apoyo incondicional.
- ‘Abuela, quiero enseñar música, pero no tengo guitarras para mis amigos.’ - le contó Ali, un poco preocupado.
- ‘Quizás podrías hacer instrumentos con lo que encuentres en casa, cariño. ¡La creatividad no tiene límites! ’ - respondió su abuela con una sonrisa.
Esa noche, Ali se despertó con una idea brillante. Juntó latas vacías, cuerdas viejas y botellas de plástico. Y así, con ayuda de sus amigos, crearon instrumentos únicos: guitarras de latas, maracas de botellas y tambores de cajas. ¡Era un verdadero taller de música!
El día de la primera clase fue un éxito rotundo. Todos estaban felices de probar sus instrumentos. Al principio sonó un poco desafinado, pero no importaba; lo que contaba era la diversión y la unión de todos.
- ‘¡Esto es increíble, Ali! ’ - exclamó Lucas, uno de los más pequeños.
- ‘Si seguimos practicando, seremos unos grandes músicos! ’ - añadió Clara, emocionada.
Ali se sintió orgulloso de lo que habían logrado juntos; la música no solo les brindó diversión, sino que también los unió más.
Un día, mientras ensayaban para una presentación improvisada que habían decidido hacer en la plaza, se enteraron de que el pueblo celebraría un festival y quería que todos participaran.
- ‘¡Es nuestra oportunidad! Tenemos que dar lo mejor en el festival.’ - diría Ali lleno de energía.
Pero justo cuando parecía que todo iba bien, alguien se acercó y dijo:
- ‘¿Qué van a hacer con esos juguetes? La gente no quiere ver eso.’
Ali sintió que su corazón se hundía. Había creído en su idea, pero ese comentario lo hizo dudar de sí mismo.
- ‘Quizás tengamos que dejarlo, no somos lo suficientemente buenos…’ - murmuró desanimado.
- ‘No, Ali. ¡No te rindas! ’ - le dijo Sofía con fuerza. - ‘Hemos trabajado duro, y lo más importante es que nos divertimos juntos. ¿Qué importa lo que digan? ’
Las palabras de Sofía resonaron en Ali y, tras una profunda respiración, decidió que no se dejaría vencer por la duda. Convocó a todos los amigos:
- ‘Chicos, ¡vamos a practicar! No se trata de ser perfectos, se trata de disfrutar juntos.’
Así, pasaron las semanas, y poco a poco los jóvenes músicos se prepararon para el gran día. En la noche del festival, el parque estaba iluminado y la gente se agolpaba gustosamente. Ali y sus amigos se subieron al improvisado escenario.
- ‘¡Estamos listos! ’ - dijo Ali con determinación.
Mientras los primeros acordes resonaban, la gente se volvió. Intrigados, comenzaron a aplaudir y a disfrutar de la música. Finalmente, cuando terminaron, llenaron el aire con aplausos y gritos de felicidad.
- ‘¡Son increíbles! ¡No podemos creer lo que hemos escuchado! ’ - exclamo una anciana entre la multitud.
La sorpresa fue total: aquel grupo de amigos con instrumentos hechos a mano llenaron el corazón de todos de alegría y diversión. Ali sonrió con satisfacción, sintió que no solo había tocado música, sino que había compartido momentos valiosos de unión y amistad.
El festival concluyó con risas, música y un fuerte aplauso que resonó en el corazón del pueblo. Ali entendió que lo importante no eran los instrumentos, sino el amor y el esfuerzo que pusieron en su pasión por la música.
- ‘Gracias a todos por hacer de este día algo inolvidable.’ - concluyó Ali con una gran sonrisa.
Y así, en aquel pequeño pueblo, la música se convertiría en un símbolo de comunidad y alegría, gracias a un niño que nunca dejó de creer en sus sueños.
FIN.