Un cuento de perseverancia y amistad



Había una vez un niño llamado David, quien era muy travieso pero también amoroso e inteligente. A David le encantaban los ventiladores de colores y siempre llevaba uno consigo a todas partes.

Un día, mientras David jugaba en su habitación, el ventilador de colores que tanto adoraba se apagó sin razón alguna. David se quedó sorprendido y preocupado, ya que no sabía qué había pasado. Decidió entonces buscar la manera de desarmarlo y arreglarlo por sí mismo.

Con mucho cuidado, David tomó su caja de herramientas y comenzó a desmontar el ventilador. Observó cada pieza con detenimiento y trató de entender cómo funcionaba.

A pesar de ser solo un niño, tenía una habilidad especial para comprender las cosas mecánicas. Pasaron horas y horas mientras David intentaba encontrar la falla en el ventilador.

Probó diferentes combinaciones y revisó cada cable minuciosamente hasta que finalmente descubrió lo que estaba mal: uno de los cables se había soltado. Con mucha emoción, David volvió a conectar el cable en su lugar correcto y volvió a montar todas las piezas del ventilador. Estaba ansioso por ver si su trabajo daría resultado.

Cuando terminó, conectó el enchufe del ventilador a la toma eléctrica y... ¡sorpresa! El ventilador comenzó a girar nuevamente con fuerza. ¡David lo había logrado! El niño saltaba de alegría al ver cómo su querido ventilador volvía a funcionar como antes.

Ahora podía llevarlo consigo nuevamente a todas partes. Un día, mientras David paseaba con su ventilador, se encontró con su amiga Martina. Martina era una niña muy curiosa y le preguntó a David qué había hecho para arreglar el ventilador.

David, emocionado por compartir su experiencia, le explicó paso a paso cómo había desarmado y reparado el ventilador. Martina estaba fascinada y decidió que también quería aprender a hacer cosas así.

Desde ese día, David y Martina se convirtieron en grandes amigos y juntos exploraron el mundo de la mecánica. Pasaban horas investigando cómo funcionaban diferentes objetos y aprendiendo a arreglarlos cuando algo salía mal.

La historia de David inspiró a muchos otros niños en el vecindario, quienes comenzaron a interesarse por la mecánica y descubrieron sus propias habilidades ocultas. Pronto, todos los niños del barrio estaban arreglando juguetes rotos o inventando nuevas creaciones.

Gracias al ingenio de David, los niños aprendieron que no hay límites para lo que pueden lograr si se esfuerzan y utilizan su inteligencia. Descubrieron que cada objeto tiene un propósito y que siempre hay una manera de hacerlo funcionar nuevamente.

Y así fue como David, el niño travieso pero amoroso e inteligente, se convirtió en un héroe del vecindario. Su pasión por los ventiladores de colores lo llevó a descubrir su talento mecánico y enseñarles a otros niños la importancia de nunca rendirse ante un desafío. Fin.

FIN.

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