Un Cuento de Terror Amistoso



En un pequeño pueblo donde la luna brillaba cada noche y las estrellas centelleaban como si estuviesen contando secretos, vivía un chico llamado Tomás. A Tomás le encantaban las historias de terror. Le gustaba leer libros sobre fantasmas y criaturas espeluznantes, y cada vez que podía, se juntaba con sus amigos para contar cuentos escalofriantes alrededor de una fogata.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Tomás encontró un viejo libro cubierto de telarañas. La portada estaba desgastada y casi no se podía leer el título, pero algo en su interior lo intrigó. "Debe ser un libro de terror", pensó.

Esa noche, invitó a sus amigos a su casa para hacer una noche de cuentos, pero antes de empezar decidió abrir el misterioso libro.

"¡Miren lo que encontré!" - exclamó Tomás.

Sus amigos se acercaron con curiosidad.

"¿Qué es eso?" - preguntó Sofía, con un tono de duda.

"No lo sé, pero parece interesante" - respondió Tomás, abriendo el libro. En el momento en que lo hizo, una ráfaga de viento sopló por la habitación, apagando las luces.

Los chicos se miraron nerviosos.

"Esto es raro..." - murmuró Lucas, mirando a su alrededor.

"No pasa nada, es solo el viento" - aseguró Tomás, aunque él también sentía un escalofrío. Continuó hojeando las páginas, hasta que leyó en voz alta:

"En la noche más oscura, un espíritu busca un amigo. Solo aquel que tenga valor podrá ayudarlo a encontrar su camino hacia la luz."

Cuando terminó de leer, un susurro resonó en la habitación.

"Ayúdame..." - dijo una voz suave pero escalofriante. Todos los chicos se sobresaltaron y se miraron entre sí, llenos de miedo.

"¡¿Qu-quíen es? !" - gritó Sofía, en un tono que mezclaba asombro y pánico.

"Es solo un cuento, es solo un cuento..." - decía Tomás para calmarse a sí mismo. Pero a medida que el susurro se hacía más fuerte, comenzaron a preguntarse si realmente era solo un cuento.

De repente, la puerta del armario se abrió lentamente y de ella salió una sombra alada, brillando tenuemente.

"Soy el espíritu que busca un amigo. Necesito ayuda para encontrar el camino hacia la luz."

Tomás, aunque asustado, sintió que debía ser valiente.

"¿Qué necesitas de nosotros?" - preguntó, intentando mantener la calma.

"Debo cruzar el bosque antes de que se rompa el hechizo. Solo un corazón valiente podrá ayudarme a hacerlo."

Los amigos se miraron, dudosos, pero Tomás decidió que no podían dejar que el espíritu quedara atrapado.

"¡Lo haremos!" - exclamó, tomando la iniciativa.

"Pero, ¿cómo lo hacemos?" - preguntó Lucas, nervioso.

El espíritu les explicó que debían encontrar tres elementos en el bosque: una pluma de búho, una piedra brillante y una hoja dorada. Juntos, se aventuraron en la oscuridad, iluminados solo por la luz de la luna.

Mientras caminaban, se encontraron con diferentes obstáculos. Primero, escucharon el ulular de un búho:

"¡Ahí está!" - dijo Tomás emocionado.

"¿Y cómo lo vamos a atrapar?" - preguntó Sofía, asustada.

"Debemos ser sigilosos y pacientes" - sugirió Tomás. Con mucho cuidado, se acercaron y lograron recoger la pluma sin asustar al búho.

Luego, encontraron un riachuelo donde el agua brillaba como un espejo. En la orilla, había piedras que parecían joyas.

"¡Miren!" - gritó Lucas "¡Una piedra brillante!" Los chicos la levantaron con orgullo, sintiendo que podían lograrlo.

El último desafío fue un árbol enorme con hojas doradas.

"Esto es impresionante... ¿pero cómo alcanzamos esas hojas?" - se preguntó Sofía.

"¡Ya sé!" - dijo Tomás entusiasmado. "Podemos hacer una cadena humana."

Los chicos se unieron, formaron una cadena y, con algunos esfuerzos y risas, lograron alcanzar la hoja dorada. Con los tres elementos en mano, regresaron al espíritu.

"¡Lo logramos!" - gritó Tomás, con una gran sonrisa. El espíritu observó cada uno de los elementos y, al tocarlos, se llenó de energía.

"Gracias, valientes amigos. Me han ayudado mucho más de lo que imaginan. Ahora podré cruzar al otro lado."

Los chicos se sintieron orgullosos de su valentía y trabajo en equipo.

"No fue tan aterrador después de todo, ¿verdad?" - dijo Lucas, riendo.

"Tenés razón, tal vez el terror no es tan malo si va de la mano de la amistad" - añadió Sofía.

Con un último susurro, el espíritu se despidió y una luz brillante iluminó la habitación. Cuando los chicos despertaron al día siguiente, el misterioso libro había desaparecido, pero el recuerdo de su aventura permaneció.

Desde ese día, Tomás entendió que el verdadero valor no solo está en enfrentar el miedo, sino en tener amigos que te acompañen en el camino. Volvió a contar historias de terror, pero ahora, también incluía historias de amistad y aventura.

Y así, cada noche de cuentos, el pueblo se llenó de risas y valientes jóvenes dispuestos a enfrentar cualquier reto juntos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!