Un cuento de valentía y protección


Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de árboles frondosos, una niña llamada Sofía. Sofía era una niña curiosa y aventurera a la que le encantaba pasar horas explorando la naturaleza.

Pero lo que más le gustaba era subirse al árbol más alto del pueblo, un imponente roble centenario que se alzaba majestuoso en el parque central.

Desde la copa del árbol, Sofía podía ver todo el pueblo extendido ante sus ojos: las casas con sus techos coloridos, el río que serpenteba a lo lejos y las montañas azules que se perdían en el horizonte.

Le gustaba observar cómo cambiaba el paisaje con cada estación, desde el verde intenso del verano hasta los tonos ocres del otoño. Un día, mientras Sofía estaba en su lugar favorito, escuchó una voz suave que parecía provenir del propio árbol. - ¡Hola, Sofía! - dijo la voz. Sorprendida, Sofía miró a su alrededor tratando de descubrir quién le hablaba.

Fue entonces cuando vio a una pequeña hada asomándose entre las ramas. - Soy Luna, la guardiana de este viejo roble - dijo el hada con una sonrisa-.

He estado observándote y veo que amas estar aquí arriba contemplando el mundo. Sofía no podía creer lo que veían sus ojos. Nunca había visto un hada antes y mucho menos hablando con ella. - ¿Eres real? - preguntó incrédula. - Soy tan real como tú - respondió Luna riendo-.

Y tengo algo importante que decirte: tienes un corazón valiente y curioso, cualidades que te llevarán muy lejos en la vida. A partir de ese día, Luna se convirtió en la compañera de juegos de Sofía.

Juntas exploraban los secretos del bosque, ayudaban a los animales heridos y compartían risas bajo la luz de la luna. Luna enseñaba a Sofía sobre la importancia de cuidar la naturaleza y respetar a todas las criaturas vivientes.

Pero un día llegó una noticia triste al pueblo: iban a talar el viejo roble para construir un nuevo edificio en su lugar. Al enterarse, Sofía sintió un profundo dolor en su corazón.

Sin embargo, recordando las palabras de Luna sobre su valentía, decidió tomar cartas en el asunto. Con determinación, subió al árbol y desde lo alto gritó con todas sus fuerzas:- ¡Alto! Este árbol es parte de nuestra historia y merece ser respetado. No permitiré que lo corten.

Su valentía inspiró a los habitantes del pueblo, quienes se unieron para proteger el roble centenario. Finalmente, gracias a la intervención de Sofía y sus amigos, el árbol fue declarado patrimonio natural protegido.

Desde entonces, cada vez que Sofía sube al árbol y mira más allá de lo conocido recuerda esa gran lección: nunca subestimes el poder de tus acciones para cambiar el mundo y defender aquello en lo crees.

Y junto a Luna sigue protegiendo juntas no solo al viejo roble sino también a todo ser vivo que habita en él.

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