Un Derecho a Volar
En un frondoso bosque, donde el sol se filtraba entre las hojas y los colores llenaban el aire, vivía un gran árbol llamado Ombú. Ombú era el más sabio de todos los árboles, siempre brindando sombra y refugio a quienes lo necesitaban. Cerca de él, en un pequeño claro, un hornero llamado Ruiz construía su nido con gran dedicación y entusiasmo.
Un día, mientras Ruiz picoteaba para buscar ramitas, se acercó a Ombú, que resplandecía con su verde intenso:
-Ruiz: "¡Hola, Ombú! ¿Sabías que tengo un gran sueño?"
-Ombú: "¡Hola, pequeño amigo! No, cuéntame, ¿cuál es ese sueño?"
-Ruiz: "Quiero volar alto y ver el mundo desde el cielo. Pero para eso, necesito aprender más sobre la construcción de nidos. Mis amigos me dicen que debería ir a la escuela, pero no tengo alas ni tiempo."
-Ombú: "Luisito, no es necesario tener alas para aprender. Se puede aprender de muchas maneras. ¿Por qué no me cuentas sobre tu nido?"
Ruiz sonrió y comenzó a hablar sobre cada ramita y hoja que había integrado en su obra.
-Ruiz: "Cada cosa tiene su importancia. Las ramitas más grandes son la base, y las más pequeñas refuerzan cada esquina. Así, estoy seguro de que será cálido y fuerte."
-Ombú: "Así es, Ruiz. La educación es como construir un nido. Cada conocimiento que adquieres es como una ramita; sumas y formas algo maravilloso, aunque a veces parezca que te falta tiempo o forma".
A medida que pasaban los días, Ruiz seguía trabajando en su nido, pero a menudo se sentía frustrado porque no podía asistir a la escuela como los demás pájaros. Un día, mientras intentaba volar de una rama a otra, se cayó al suelo.
-Ruiz: "¡Ay, Ombú! Nunca voy a aprender a volar. Soy solo un hornero. Mis alas son demasiado pesadas para alzar vuelo."
-Ombú: "Cada uno tiene su propio ritmo. ¿Qué tal si en lugar de esperar a tener alas, aprovechamos este tiempo? Te puedo contar sobre las diferentes formas de construir, de cómo los otros pájaros aprenden a volar, y además, a tener confianza en sí mismo. ¿Te gustaría empezar esa aventura con mí?"
El pequeño hornero, encantado por la propuesta, asintió con entusiasmo. Ombú compartió historias de cómo cada ave, con sus propias características, había encontrado su camino. Por ejemplo, el loro que aprendió a comunicarse con otros y la gaviota que dominaba las corrientes de aire.
-Ombú: "A todos ellos les costó sudor, pero aprendieron en el proceso. Y cada uno, a su forma, tiene un lugar en el mundo. Lo importante es nunca dejar de buscar, de aprender. No importa si eres un pájaro, un árbol o cualquier otra cosa."
A la par que Ombú le transmitía su sabiduría, Ruiz se daba cuenta que cada conversación y consejo eran como lecciones.
-Ruiz: "A veces siento que no puedo, pero me doy cuenta que puedo aprender de los demás de formas diferentes. ¿Y si organizamos una clase aquí con todos los amigos?"
-Ombú: "¡Esa es una grandiosa idea! Podemos seguir el ejemplo de la comunidad y aprender juntos. Ningún pájaro debe quedarse atrás; todos merecen saber cómo volar lejos, cada uno a su manera."
Así fue como Ruiz reunió a todos los pájaros del bosque: el picoteo del cardenal y el silbido del zorzal. Procedieron a compartir sus conocimientos sobre volar, construir, encontrar alimentos y comunicarse.
Cada día, bajo la sombra de Ombú, se llevaban a cabo las clases. Todos aprendían con alegría y desinterés. Poco a poco, Ruiz empezó a sentirse más seguro de sus habilidades y la confianza surcó sus alas.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, llegó el día en que Ruiz se sintió listo. Se acomodó en la rama más alta de Ombú y, con la voz temblorosa, dijo:
-Ruiz: "¡Voy a intentar volar!"
-Ombú: "Recuerda, pequeño amigo, que en el aprendizaje hay caídas, pero siempre se levantará más alto de cada tropiezo".
Con el aire acariciando sus plumas, Ruiz echó un vistazo hacia el horizonte antes de dar ese inolvidable salto. Voló bajo, pero disfrutando cada segundo.
Los pájaros aplaudieron y llenaron el aire con cantos alegres. Ruiz, aunque no voló alto como deseaba, sintió que sus alas estaban haciendo lo que debían, y se dio cuenta de que lo que realmente importa es seguir aprendiendo.
Desde aquel día, con la ayuda de Ombú y el apoyo de sus amigos, el pequeño hornero continuó buscando siempre más conocimientos y ayudando a quienes podían necesitarlo.
Y así, bajo la sabiduría del viejo Ombú, todos los pájaros del bosque aprendieron a valorar su derecho a la educación, sin importar las situaciones, y juntos volaron hacia un mundo lleno de aventuras y sueños.
En cada rincón del bosque, aquel pequeño hornero aprendía a alzar el vuelo, no solo por él, sino por todos.
-Fin-
FIN.