Un día de alegría en el jardín



En un soleado día de primavera, los niños del jardín se encontraban ansiosos por salir a jugar en el patio.

Habían pasado toda la mañana dibujando, cantando y aprendiendo nuevas cosas, ¡pero ahora era momento de divertirse al aire libre! La señorita Ana abrió la puerta y con una gran sonrisa les dijo: "¡Chicos, es hora de ir al patio a jugar! Recuerden que sus familias los estarán esperando afuera".

Los niños salieron corriendo emocionados hacia el patio, donde se encontraba un mundo lleno de colores, juegos y diversión. Había toboganes, hamacas, calesitas y hasta un arenero para construir castillos de arena. Mientras los niños jugaban felices, las familias comenzaron a llegar para buscar a sus pequeños.

Primero llegó Martina, la mamá de Tomás. Tomás era un niño curioso y travieso que siempre estaba inventando nuevas aventuras.

"¡Tomás! ¡Es hora de irnos a casa!", exclamó Martina mientras se acercaba al arenero donde su hijo construía un enorme castillo. "¡Ya voy, mamá! Solo me falta ponerle una bandera", respondió Tomás emocionado. Martina sonrió y lo observó jugar por unos minutos más antes de llevarlo de regreso a casa.

Mientras tanto, llegó Juan, el papá de Sofía. Sofía era una niña creativa y soñadora que le encantaba columpiarse bien alto en la hamaca. "Sofía, ¿estás lista para irte?", preguntó Juan mientras empujaba suavemente la hamaca donde su hija reía a carcajadas.

"¡Un ratito más papi! Quiero tocar las nubes", respondió Sofía con entusiasmo. Juan asintió con una sonrisa y siguió empujando la hamaca mientras disfrutaba del hermoso atardecer que pintaba el cielo con tonos anaranjados y rosados.

Mientras tanto, en el otro extremo del patio, Julieta jugaba en el tobogán junto a su abuelita Clara. Julieta era una niña valiente y decidida que no le tenía miedo a nada.

"¿Te animas a bajar otra vez?", preguntó Clara mientras veía cómo Julieta subía corriendo una vez más las escaleras del tobogán. "¡Sííí!", gritó Julieta antes de deslizarse velozmente por el tobogán entre risas y alegrías.

Las familias observaban con amor cómo sus hijos e hijas disfrutaban del juego y la libertad que les brindaba aquel lugar tan especial. Los niños del jardín habían aprendido algo importante ese día: que jugar juntos fortalece los lazos familiares y crea recuerdos inolvidables llenos de amor y diversión.

Y así terminó un día más en el jardín, donde cada tarde se convertía en una nueva aventura llena de magia e imaginación.

FIN.

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