Un día de aventuras con hermana



Era una hermosa mañana en el vecindario. María se encontraba frente a la puerta de su casa, con sus zapatillas puestas y una mochila lista para la escuela. Sin embargo, al dar sus primeros pasos hacia el colegio, vio algo brillante entre los arbustos cerca de la vereda.

"¡Mirá eso!" exclamó, corriendo hacia el lugar. Para su sorpresa, encontró a su hermana menor, Lila, jugando con una pequeña cometa de colores.

"¡Lila!" dijo María con una sonrisa. "¿Qué estás haciendo aquí? ¡Ya es hora de ir a la escuela!"

"¡Mira qué linda es!" respondió Lila, saltando de alegría. "La encontré en el parque y me fui a volar un rato. Estoy tan feliz, ¿no querés jugar un poco?"

María dudó por un momento. Sabía que llegar tarde a la escuela no era buena idea, pero la alegría de su hermana era contagiosa.

"Está bien, un ratito nomás", contestó. Así que las dos se pusieron a jugar. La cometa danzaba en el aire como un pájaro feliz, y las risas de ambas resonaban en toda la cuadra.

De repente, como si hubiera llegado un rayo de realidad, apareció su madre, con el ceño fruncido.

"¡María! ¡Lila!" gritó, asustada. "¿A dónde piensan ir? ¡Tienen que estar en la escuela ya!"

Las chicas se miraron entre sí, un poco asustadas.

"Solo estamos jugando un ratito, mamá," explicó María. "Pero no queremos llegar tarde..."

"Sí, solo un ratito más, porfa!" imploró Lila, sabiendo que su madre al final podría ceder ante su ternura.

Su madre suspiró, y luego sonrió ligeramente. “Entiendo que quieran divertirse, pero la escuela también es importante. ¿Qué les parece si hacemos un trato? ”

Las niñas miraron a su madre con curiosidad.

“Si vuelven a casa después de volar la cometa y le cuentan a papá lo que aprendieron en clase hoy, les prometo que podríamos ir al parque después de la escuela, para que sigan jugando”, sugirió.

"¡Lo prometemos!" respondieron ambas con entusiasmo.

“¿Y lo prometen de verdad o solo porque quieren ir al parque?" preguntó la madre con una sonrisa cómplice.

"¡Lo prometemos de verdad!" repetían, riendo y moviendo las manos en el aire como si fueran las alas de la cometa.

Así, después de un corto tiempo, cada una guardó la cometa en casa, y juntas caminaron hacia la escuela.

Durante el día, María y Lila no solo se divirtieron en clase, sino que también aprendieron sobre la importancia de la responsabilidad y de mantenerse en el camino correcto. La historia de un pequeño pez que se perdió en el océano las hizo reflexionar sobre el valor de siempre seguir las instrucciones de los adultos.

Al finalizar la jornada en la escuela, las chicas se encaminaron a casa y con entusiasmo le contaron a su papá todo lo que habían aprendido, y cómo habían establecido un pacto con su mamá para disfrutar del parque.

"¡Excelente! Me encanta por qué jugaste y aprendiste al mismo tiempo," dijo papá. La mesa de la cena se llenó de historias, risas y planes para el parque.

Esa noche, mientras se preparaban para dormir, María y Lila reflexionaron sobre su día.

"La escuela no es solo un lugar para aprender, es también un lugar para compartir momentos con amigos y familia", dijo María mientras apagaba la luz.

"Sí, y también para planear grandiosas aventuras", finalizó Lila con los ojos entrecerrados, contenta de haber pasado tiempo con su hermana y mamá.

Y así se fueron a dormir, no sin antes soñar con cometas, risas y muchos juegos por venir.

FIN.

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