Un Día de Escuela con Mis Amigos



Era una mañana soleada en Buenos Aires. Las aves cantaban y los árboles se mecían con la suave brisa. Lucas, Valentina y Tomás se encontraron en la puerta de la escuela, listos para un nuevo día lleno de aventuras.

- ¡Hola, chicos! - saludó Lucas, con una enorme sonrisa en su rostro.

- ¡Hola, Lucas! - respondieron Valentina y Tomás al unísono.

Mientras caminaban hacia su salón, Valentina tuvo una idea brillante. - ¿Qué les parece si organizamos un show de talentos al final del mes? -

- ¡Eso suena genial! - dijo Tomás, saltando de emoción. - Podríamos mostrar nuestras habilidades.

- Claro, yo puedo hacer malabares - contestó Lucas, seguro de sí mismo.

- Y yo puedo bailar salsa - agregó Valentina, moviendo las caderas.

- ¡Perfecto! Pero... ¿qué tal si hacemos una competencia? - sugirió Tomás, con una sonrisa traviesa.

Los amigos comenzaron a hacer planes, pero el maestro Martínez les recordó que debían concentrarse en el aprendizaje durante la clase. - Recuerden, chicos, aunque debemos divertirnos, el estudio también es importante - comentó el profesor, mientras los miraba con cariño.

A medida que avanzaba el día, cada uno de ellos se dedicó a sus materias. Todo iba bien hasta que, durante el recreo, ocurrió algo inesperado. Valentina se dio cuenta de que su bocadillo había desaparecido.

- ¿Dónde está mi sándwich? - se quejó, mirando a su alrededor.

- Quizás se cayó, o alguien lo tomó por error - respondió Lucas, intentando consolarla.

- ¡No puede ser, estaba tan rico! - agregó Valentina, un poco preocupada.

Antes de que pudieran hacer algo, vieron a un nuevo chico en la escuela, Nico, disfrutando de un sándwich casi idéntico al que Valentina había traído.

- ¡Oye! - llamó Valentina, algo molesta, - ese es mi sándwich.

- Oh, lo siento. ¡Me lo encontré en el patio! - dijo Nico, sorprendido. - No sabía que era tuyo.

Valentina se sintió un poco frustrada, pero de pronto le dio una idea. - ¿Te gustaría venir a nuestro show de talentos? - preguntó Valentina, sonriendo.

- ¡Claro! Pero, ¿puedo hacer algo también? - preguntó Nico, un poco tímido.

- Por supuesto, ¡todos son bienvenidos! - contestó Tomás.

- Me gustaría cantar - dijo Nico, con un brillo en sus ojos.

A partir de ahí, el grupo se fue ampliando. Unos días más tarde, se encontraron con otros compañeros que también querían participar en el show. Día tras día, ensayaban durante el recreo, riéndose y disfrutando de cada momento juntos.

- Este va a ser el mejor show de talentos de la historia - exclamó Lucas, moviéndose inquieto mientras practicaba sus malabares.

- ¡Sí! - respondió Valentina. - ¡Y vamos a aprender los unos de los otros en el camino!

El día del espectáculo llegó, y toda la escuela se reunió en el auditorio. Algunos amigos mostraron habilidades sorprendentes, como bailar, cantar y tocar instrumentos. Cuando llegó el turno de Nico, se sentía un poco nervioso, pero sus nuevos amigos lo alentaron.

- ¡Podés hacerlo, Nico! - gritó Valentina desde la primera fila.

- ¡Sí, vos podés! - agregó Tomás, apoyando a su amigo.

Nico subió al escenario y, con un profundo suspiro, comenzó a cantar. Su voz era hermosa, y cuando terminó, la multitud estalló en aplausos. Valentina, Lucas y Tomás se sentían tan orgullosos de él.

- ¡Sos increíble, Nico! - le gritaron.

- Gracias, no lo hubiera podido hacer sin ustedes - respondió Nico, con una gran sonrisa.

Al final del show, todos se sintieron un poco más unidos. Valentina, Lucas, Tomás y Nico comprendieron que, a pesar de los problemas que habían enfrentado, trabajando juntos por un objetivo común, lograron algo maravilloso. Ganaron un primer lugar, pero lo que realmente valoraron fue la amistad, la colaboración y la alegría de aprender juntos.

- ¡Vamos a hacer esto todos los años! - propuso Tomás, emocionado.

- ¡Sí! Y cada año habrá más y más talentos en el escenario - agregó Valentina.

Desde entonces, sus días en la escuela no solo se llenaron de aprendizaje, sino también de risas, creatividad y compañerismo. Aprendieron que ser parte de un grupo donde todos pudieran aportar lo mejor de sí era lo más valioso que podían tener. El show de talentos se convirtió en una tradición en la escuela, y cada año, los estudiantes esperaban con ansias mostrar todo su talento.

Y así, un día cualquiera en la escuela se transformó en algo inolvidable, todo gracias al valor de la amistad y la colaboración.

FIN.

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