Un día de héroes



Fausto era un niño de diez años que soñaba con ser un superhéroe. Siempre se imaginaba volando por los cielos y salvando a quienes lo necesitaban. Un día soleado, mientras jugaba en el parque con sus amigos Maylen, Amelia, Ciro y Benicio, decidió que era el momento perfecto para hacer su sueño realidad. "¿Y si hoy nos convertimos en superhéroes de verdad?" - sugirió Fausto, con sus ojos brillando de emoción. "¡Sí! ¡Hay que hacerlo!" - exclamó Maylen, que le encantaba llevar la iniciativa. "Yo quiero ser una superheroína que vuela y ayuda a los animales" - dijo Amelia, mientras saltaba de alegría. "Yo puedo ser el superhéroe que dispara burbujas de la felicidad" - afirmó Ciro. "Y yo seré el superhéroe que puede hacer reír a cualquiera" - agregó Benicio, que siempre tenía un chiste listos.

Con sus identidades secretas elegidas, los cinco amigos decidieron buscar una misión. Mientras paseaban, se encontraron con un grupo de niños que parecían tristes. "¿Qué les pasa?" - preguntó Fausto, acercándose. "No podemos encontrar nuestro balón, se perdió en el arbusto grande" - respondió uno de los chicos. "¡Eso es una misión para nosotros!" - dijo Amelia, exclamando como si fuera una superheroína.

Se realizaron, anduvieron hacia el arbusto. Observando con detalle, Fausto se agachó y empezó a buscar. "¡Ahí está!" - gritó, sacando el balón con una sonrisa. "¡Eres un héroe!" - dijeron los niños, y Fausto sintió que realmente estaba haciendo algo maravilloso.

Después de haber ayudado a sus nuevos amigos, los cinco superhéroes decidieron que la hora de la merienda se acercaba y necesitaban algo especial. "¿Vamos a buscar a la señora Rosa?" - sugirió Ciro. La señora Rosa hacía las galletas más ricas del barrio. Cuando llegaron a su casa, la puerta estaba entreabierta. "¿Podemos ayudarla a hacer galletas?" - preguntó Maylen. La señora Rosa, escuchando desde la cocina, respondió: "¡Por supuesto! Chicos, ayúdenme a mezclar los ingredientes. Después, las galletas serán para todos!"

Los niños se aventuraron a la cocina, riendo y ayudando. Mientras hacían las galletas, se dieron cuenta de un pequeño gato que estaba atrapado en un árbol cercano. "¡Ay! Ese gato necesita ayuda!" - dijo Fausto. "¿Quién se atreve a rescatarlo?" - preguntó Benicio.

Con determinación, Maylen decidió ser la que subiera al árbol. "¡Yo me encargo!" - dijo con valentía. Trepó por las ramas, y poco a poco, llegó a donde estaba el gato, que maullaba de miedo. "¡Ya estoy aquí, pequeño!" - le dijo Maylen, mientras lo acariciaba. Con cuidado, lo abrazó y lo llevó de vuelta al suelo. Los niños aplaudieron y Felices, el gato se fue corriendo.

Finalmente, después de un día lleno de aventuras, regresaron al parque para disfrutar de las galletas. "Hoy fue un día increíble, ¿verdad chicos?" - comentó Ciro mientras mordía con gusto. "Sí, ayudamos a muchas personas y hacemos cosas buenas. Esto es ser un superhéroe" - reflexionó Fausto, sintiendo el orgullo de haber sido solidario.

Benicio, pasándole un brazo por los hombros a Fausto, dijo "Nunca necesitamos tener superpoderes para hacer grandes cosas. A veces, solo se necesita un corazón valiente y amigos en quien confiar". Todos asintieron, sonriendo, y entendieron que héroes podían ser en cada acto de bondad que realizaban.

```FAUSTO su tomo una gran lección sobre la amistad, la solidaridad, y un nuevo descubrimiento. Ser un superhéroe no era solo una fantasía, era ayudar a los demás, y eso lo convertía en uno, sin duda. Desde ese día, no solo soñó ser un superhéroe, sino que comenzó a ser uno en su vida cotidiana junto a sus amigos. ```

FIN.

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