Un día de juegos en casa
Era un día soleado en la casa de Sofía. La luz del sol entraba por la ventana, iluminando todo a su alrededor. Sofía se sentó en el sillón, mirando con mucho amor a sus tres adorables perritos: Gala, Mora y Lupin. Ellos jugaban felices, correteando de un lado a otro.
-Gala, ven acá y atrapa mi pelota, ¡sos la más rápida! - exclamó Mora emocionada, mientras movía su cola a toda velocidad. Gala, con su energía contagiosa, se lanzó en dirección a la pelota.
-¡Soy la campeona! - ladró Gala mientras atrapaba la pelota con su hocico y corría en círculos.
-Lo hiciste muy bien, Gala. Ahora me toca a mí- dijo Lupin, un precioso perrito con orejas largas y un pelaje suave como la nube. -A ver si puedo hacer un salto mágico.-
Con un salto espectacular, Lupin intentó atrapar la pelota, pero… ¡Oh no! Resbaló y terminó rodando por el suelo.
-¡Lupin! ¿Estás bien? - se preocupó Mora mientras se acercaba a él, moviendo la cola con curiosidad.
-Por supuesto, estoy bien. Solo fue un pequeño resbalón, ¡me divertí un montón! - dijo Lupin tratando de levantarse.
Mientras se acomodaba, Sofía no pudo evitar reírse. Sus perritos siempre le alegraban el día.
-Algo que aprendí hoy- meditó Gala con una voz reflexiva- es que caerse no es malo. A veces necesitamos levantarnos y seguir intentándolo.
-¡Exactamente! - ladró Mora. -Es como cuando jugamos a buscar la pelota. A veces no la encontramos a la primera, pero no debemos rendirnos.
Sofía se sintió orgullosa de sus pequeños filósofos caninos. Así que decidió unirse a ellos en un juego.
-Chicos, ¿qué les parece si jugamos a las escondidas? - propuso Sofía.
-¡Genial! - ladraron los tres perros a la vez.
-¡Yo me escondo primero! - dijo Mora y se corrió rápidamente a detrás del sillón.
-Gala, contá hasta diez mientras buscamos a Mora.- dijo Lupin mientras su cola movía de felicidad.
-1, 2, 3…- comenzó a contar Gala,
Mora, mientras tanto, trataba de contener la risa. Pero sus grandes orejas no podían evitar que se sobresalieran de su escondite.
-Mmm, ¿será que me ha dejado una pista? – dijo Gala acercándose con cautela.
-¡Te encontré! - ladró Gala al ver las orejas de Mora asomándose. -¡Vamos a jugar ahora, Lupin!
Después de un par de rondas, era la hora de relajarse. Sofía bajó una manta del sillón y se la puso sobre las piernas.
-¡Es hora del descanso! -dijo Sofía, abrazando a Gala, Mora y Lupin. -Todos necesitamos descansar después de un buen juego, ¿no creen?
-¡Sí! - ladraron al unísono. -Aunque nosotros podemos seguir jugando si quieren.
Sofía se rio, sintiendo cómo el amor por sus fieles amigos la invadía. Entonces, una brillante idea le vino a la mente.
-¿Saben? Podemos hacer un campeonato de juegos en el jardín. ¡Un día especial todos juntos! Cada uno puede elegir su juego favorito.
-¡Eso suena genial! - dijo Gala, saltando de un lado a otro. -Podríamos hacer carreras, juegos de buscar y algo de agilidad.
- ¡Yo quiero ser parte del equipo de agilidad! - exclamó Lupin.
-¡Perfecto! - se animó Mora. -Así en el campeonato, podemos demostrar todo lo que hemos aprendido jugando.
Y así fue como los perritos y Sofía se pusieron a planear el gran campeonato. Escribieron listas de juegos, prepararon una competencia de agilidad y pensaron en premios: huesitos de juguete y una tarde llena de amor.
Cuando llegó el día del gran evento, todos los perritos del vecindario estaban invitados. Gala, Mora y Lupin organizaron carreras, juegos de equipo y hasta una serie de pruebas de agilidad. La felicidad se respiraba en el aire.
Al final del día, cuando la luna comenzó a brillar en el cielo, Sofía miró a sus perritos cansados pero contentos.
-¿Se dieron cuenta de que ganaron más que premios? - les preguntó suave. -La mejor parte fue compartir este día juntos y aprender que, aunque caigamos, siempre podemos levantarnos y seguir jugando en equipo.
Todos ladraron felices, sabiendo que lo habían logrado juntos. En ese rincón del mundo, el amor y la amistad brillaron más que nunca, y así, Gala, Mora y Lupin aprendieron que la verdadera victoria radica en disfrutar cada momento juntos.
FIN.