Un día de lluvia en el hospital
Era un día frío y lluvioso de enero. La tormenta azotaba las ventanas del hospital, y los truenos resonaban como tambores lejanos. Sin embargo, dentro de la habitación 306, la pequeña Clara y su abuela, doña Rosa, se preparaban para vivir una aventura muy especial.
"Abuela, ¿por qué estamos aquí en lugar de en casa?" preguntó Clara, mirando por la ventana mientras la lluvia caía en cortinas.
"Porque tenemos algo importante que hacer, mi amor. Cada vez que veo la lluvia, me acuerdo de las historias que solíamos leer juntas y de cómo siempre hay magia, incluso en los días grises."
"¿Magia, abuela? ¿Qué tipo de magia?"
Doña Rosa sonrió y le acercó un libro de cuentos que había traído de casa. Clara, emocionada, se sentó al lado de su abuela, mirando las ilustraciones llenas de color.
"Vamos a crear nuestra propia historia, solo que ahora somos las heroínas, y el hospital es nuestro reino. Somos dos valientes exploradoras en busca de un tesoro perdido. ¿Te gustaría?" dijo la abuela mientras abría el libro por una página en blanco.
Clara asintió con los ojos brillantes. Entonces, doña Rosa les puso nombres a sus personajes: Clara, la niña intrépida, y Rosa, la sabia guardian del bosque.
"El tesoro que buscamos se encuentra en el jardín encantado, pero para llegar hasta allí, debemos resolver tres acertijos difíciles", dijo doña Rosa, entusiasmada.
"¡Me encanta! ¿Cuál es el primer acertijo?" preguntó Clara ansiosa.
"El primer acertijo dice así: soy ligero como una pluma, pero ni el hombre más fuerte puede sostenerme por mucho tiempo. ¿Qué soy?"
Clara frunció el ceño y pensó intensamente. Las gotas de lluvia seguían cayendo, y el sonido se convirtió en música de fondo.
"¡El aliento!" exclamó finalmente.
"Correcto, mi valiente exploradora. Ahora, pasemos al segundo acertijo. Este dice: siempre corro, pero nunca camino. Tengo una boca, pero no como. ¿Qué soy?"
Clara estuvo por un momento en silencio, imaginando ríos y arroyos.
"¡El agua!" gritó, levantando los brazos en señal de victoria.
Doña Rosa aplausó su respuesta y sonrió.
"Y ahora vamos con el tercero. Escucha bien: aunque me corten, sigo creciendo. ¿Qué soy?"
Clara, pensando en las flores y los árboles que veía por la ventana, respondió con cierta duda.
"¿Puede ser... una planta?"
"¡Exactamente! Ha sido un día muy productivo. Ahora, sólo nos falta encontrar el tesoro", dijo la abuela mientras se levantaba.
"¿Dónde lo buscamos?" preguntó Clara, llena de expectativa.
"En el rincón misterioso de nuestra habitación. Allí se encuentra el mapa que nos llevará a nuestro tesoro."
Clara y su abuela buscaron en la habitación, revolviendo almohadas y sábanas, hasta que doña Rosa encontró un pequeño cofre de juguete escondido.
"¡Mirá! Aquí está el cofre del tesoro", dijo la abuela, mostrando una caja brillante.
Dentro del cofre encontraron unas cartas escritas a mano, llenas de mensajes y dibujos que habían hecho en sus aventuras pasadas.
"¡Es nuestro tesoro! Son nuestros recuerdos", exclamó Clara, emocionada.
"Y lo mejor de todo es que podemos seguir creando más historias cada vez que estamos juntas", añadió doña Rosa, abrazando a su nieta.
Clara se sintió llena de amor y alegría, mientras la lluvia seguía cayendo en el exterior.
"Tenés razón, abuela. Hagamos más historias, hagamos más recuerdos. Mientras estemos juntas, cada día puede ser una aventura, incluso con lluvia."
Y así fue como en un día gris, Clara y su abuela transformaron el hospital en su propio reino de historias. Se prometieron seguir creando magia, encontrando tesoros y resolviendo acertijos, sin importar el clima.
La tormenta afuera ya no parecía tan aterradora, porque en su corazón, llevaban su propia luz.
Desde aquel día, cada vez que llovía, Clara miraba por la ventana y sonreía, recordando que aunque a veces el mundo se veía gris, siempre podrían encontrar la aventura en su imaginación y la calidez en su amor.
FIN.