Un día de paseo por el campo



Era un hermoso sábado de primavera cuando Lila y su hermano Mateo decidieron salir a explorar el campo cerca de su casa. Con sus mochilas llenas de bocadillos y una cámara, estaban listos para una gran aventura.

"¡Mirá, Lila! El sol brilla y hay tantas flores!" dijo Mateo emocionado mientras señalaba los campos cubiertos de margaritas y girasoles.

"¡Sí! Deberíamos tomarnos una foto entre las flores para recordar este día", sugirió Lila.

Los dos niños se acomodaron entre las flores y se tomaron una divertida selfie, riendo por lo mucho que se ensuciaban. Luego, continuaron su paseo, disfrutando del canto de los pájaros y el suave murmullo del viento.

"¿Te imaginas cómo sería vivir aquí todo el tiempo?" preguntó Mateo.

"¡Sería increíble! Podríamos hacer picnics todos los días", respondió Lila.

Mientras caminaban, escucharon un sonido extraño. Justo delante de ellos, vieron una pequeña cueva.

"¿Qué será eso?" dijo Mateo intrigado.

"Vamos a ver!" Lila respondió, con una chispa de aventura en sus ojos.

Se acercaron con cautela y dentro de la cueva notaron un pequeño arroyo que reflejaba la luz del sol, creando destellos dorados.

"¡Mirá! Hay una especie de pato nadando ahí!" exclamó Lila.

Cuando se acercaron, se dieron cuenta de que el pato tenía una actitud un tanto curiosa. Era diferente a cualquier otro que habían visto: tenía plumas de colores brillantes y parecía estar tratando de comunicarse con ellos.

"¿Qué crees que quiere?" preguntó Mateo.

"Tal vez nos quiere mostrar algo," sugirió Lila, con entusiasmo.

Sin pensarlo dos veces, siguieron al pato. Cruzaron el arroyo y entraron más en la cueva. Después de unos minutos de caminar, llegaron a un lugar iluminado por piedras brillantes y un pequeño lago.

"¡Esto es mágico!" susurró Lila mientras admiraba el paisaje.

De repente, el pato hizo un pequeño movimiento y unas piedras se desplazaron, revelando un mapa antiguo dibujado en la tierra.

"¡Mirá, un mapa!" gritó Mateo.

Ambos se agacharon para verlo mejor. El mapa mostraba un camino que conducía a un tesoro escondido en el bosque.

"¿Deberíamos seguirlo?" preguntó Lila.

"¡Sí! Vamos a buscar ese tesoro!" contestó Mateo entusiasmado.

Siguieron las indicaciones del mapa, trepando montañas y saltando sobre troncos caídos. En su camino, descubrieron un grupo de conejos que saltaban felices.

"¡Qué adorables!" exclamó Lila.

"¡Son como nosotros, disfrutando del campo!" se rió Mateo.

Finalmente, después de muchas aventuras y risas, llegaron a un claro en el bosque. Ahí, encontraron un viejo cofre cubierto de raíces.

"¿Lo abrimos?" preguntó Lila nerviosa.

"¡Por supuesto!" respondió Mateo, con los ojos llenos de asombro.

Al abrirlo, encontraron no oro ni joyas, sino algo aún más valioso: un libro antiguo lleno de cuentos sobre el campo, la naturaleza y la importancia de cuidar nuestro planeta.

"¡Mirá! Este libro tiene historias sobre cómo los animales y las personas pueden vivir en armonía", dijo Lila.

"Eso es el verdadero tesoro. Debemos llevarlo a casa y compartirlo con nuestra familia", agregó Mateo.

Así, los hermanos regresaron a casa, no solo con un libro, sino con un nuevo entendimiento de la naturaleza y de lo que significa la conservación. Aprendieron que las verdaderas riquezas no siempre son joyas, sino el conocimiento y la conexión con el mundo que los rodea.

Desde ese día, Lila y Mateo visitaron el campo todos los sábados, y compartieron sus aventuras y enseñanzas con todos sus amigos en la escuela, porque comprendieron que cuidar el medio ambiente era su mejor tesoro.

FIN.

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