Un día de playa inolvidable



Era un día soleado, y Lucia y Tomás estaban emocionados mientras preparaban sus cosas para ir a la playa. La brisa suave y el canto de los pájaros hacían que todo pareciera perfecto. Lucia dijo con una sonrisa:

- ¡No puedo esperar para construir un castillo de arena gigante!

Tomás, mirando la mochila llena de juguetes de playa, respondió entusiasmado:

- ¡Y yo quiero surfear las olas con mi tabla! Vamos rápido, no quiero perder ni un segundo de este día tan lindo.

Ambos llenaron sus mochilas con todo lo necesario: toallas, protector solar, gorros y, por supuesto, bocadillos. Cuando estaban a punto de salir, escucharon un ruido extraño fuera de la casa.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Lucia, mirando hacia la ventana.

- No lo sé, pero suena como si alguien necesitara ayuda - contestó Tomás. Ambos miraron hacia afuera y vieron a un pequeño pato que había caído en una zanja.

- ¡Pobre pato! - exclamó Lucia. - ¡Vamos a ayudarlo!

Tomás dudó un momento, ya que tenía muchas ganas de ir a la playa, pero finalmente dijo:

- Es cierto, no podemos dejarlo así.

Ambos corrieron hacia el lugar donde estaba el pato. Con cuidado, Lucia extendió su mano mientras Tomás la animaba:

- ¡Ven, pequeño! Vamos a sacarte de aquí.

Después de varios intentos y con mucho cuidado, lograron rescatar al pato. Este, agradecido, les hizo un pequeño giro como si estuviera bailando antes de volar lejos. Tomás sonrió, sintiéndose feliz de haber ayudado.

- ¡Lo logramos! - gritó, saltando de alegría.

- Sí, y ahora podemos ir a la playa - agregó Lucia.

Finalmente, tomaron sus mochilas y se pusieron en marcha. Cuando llegaron, la playa estaba llena de color: familias riendo, niños jugando y los pescadores en sus botes. Pero algo llamó la atención de Lucia al mirar la orilla.

- ¡Mirá, Tomás! - dijo señalando. - Hay un montón de basura en la arena. Vamos a limpiarla antes de jugar.

Tomás miró la playa y asintió.

- Tienes razón, no es justo que nuestro hermoso día esté arruinado por eso. ¡A juntar basura!

Ambos empezaron a recoger envoltorios, botellas y otros desechos, llenando varias bolsas. A medida que limpiaban, otros niños vieron lo que estaban haciendo y se les unieron.

- ¡Nosotros también queremos ayudar! - gritaron.

En poco tiempo, Lucia, Tomás y sus nuevos amigos habían recogido una gran cantidad de basura. La playa lucía mucho mejor pero, lo más importante, todos aprendieron lo valioso que es cuidar el medio ambiente.

- ¡Eso fue divertido! - dijo uno de los niños. - ¿Y ahora? ¿Jugamos todos juntos?

Tomás asintió y respondió:

- ¡Claro! Ahora tenemos espacio para hacer el castillo de arena.

Juntos, comenzaron a construir el castillo más grande que jamás habían hecho. Mientras trabajaban en equipo, se reían, compartían ideas y hacían concursos para ver quién podía hacer la mejor torre. El día se volvió inolvidable, lleno de juegos y solidaridad.

Al final de la tarde, Lucia dijo:

- ¿Vieron cómo un pequeño gesto puede hacer una gran diferencia?

- Sí, y al ayudar al pato y limpiar la playa, nos divertimos aún más - dijo Tomás con una gran sonrisa.

Cuando regresaron a casa, no solo llevaban consigo las memorias de un gran día, sino también la satisfacción de haber ayudado. Además, se sintieron inspirados a hacer algo bueno por el mundo cada vez que tuvieran la oportunidad. Desde ese día, Lucia y Tomás se prometieron nunca olvidar que pequeños actos de bondad pueden cambiar el mundo, ¡sobre todo si se hacen juntos!

FIN.

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