Un Día de Recuerdos



Era un hermoso día en el río, y la superficie del agua reflejaba el azul del cielo. En sus profundidades nadaba un caimán llamado Carlos, mientras que al mismo tiempo, en la parte más clara y abierta, jugaba un delfín llamado Diego. Eran amigos inseparables, cada uno disfrutando de su hogar en el agua, pero siempre listos para compartir aventuras.

Un día, mientras charlaban sobre sus sueños y deseos, Diego sugirió,

"¿Qué te parece si hacemos algo especial para el Día de los Difuntos? Podríamos recordar a aquellos que han sido importantes en nuestras vidas."

Carlos, un poco confundido, respondió:

"Pero, ¿por qué querríamos recordar a los que ya no están? , es un tema triste..."

Diego, con su habitual entusiasmo, respondió:

"No necesariamente, amigo. A veces, recordar a los que amamos puede hacernos sentir felices. Pueden ser momentos lindos y llenos de alegría. Digamos que podríamos honrar sus memorias hablando sobre lo que aprendimos de ellos."

Carlos, pensativo, aceptó la idea, aunque no estaba del todo seguro.

Así que esa tarde, decidieron reunirse en una pequeña isla en medio del río, un lugar donde solían jugar de pequeños. Diego comenzó:

"Yo quiero recordar a mi abuelo delfín. Era un gran contador de historias. Cada vez que salábamos juntos, me enseñaba sobre el océano, la vida, y la importancia de cuidar nuestro hogar. Creo que él me enseñó que la alegría viene de ser agradecido y ayudar a los demás."

Carlos, un poco más animado, añadió:

"Eso suena hermoso. Yo quiero recordar a mi mamá. Siempre me decía que la amistad es uno de los tesoros más valiosos que podemos tener. Nunca olvidaré las tardes que pasamos juntos nadando bajo el sol. ¡Me enseñó a ser valiente!"

Ambos sonrieron al evocar esos momentos, pero al mismo tiempo, sintieron un vacío en sus corazones por la ausencia de sus seres queridos.

De repente, Diego sintió que era el momento de hacer algo diferente.

"Carlos, ¿y si cocinamos algo símbolo de lo que esos seres significaron en nuestras vidas? Podríamos compartirlo con todos en el río, como una forma de celebrar sus recuerdos."

Carlos, ahora muy emocionado, respondió:

"¡Eso es una gran idea! ¡Hagamos una fiesta!"

Comenzaron a invitar a todos los amigos del río, la tortuga Tomás, los peces payasos y hasta las ranas del estanque. A todos les contaron su plan y la idea se esparció como el agua al sol.

El día llegó y Carlos y Diego estaban llenos de alegría. Prepararon un gran banquete con frutas, algas y todo tipo de cosas que habían aprendido a hacer a lo largo del tiempo. Mientras todos compartían, Diego propuso un brindis:

"¡Por aquellos que nos han dejado! ¡Por las enseñanzas que aún llevamos con nosotros y por la amistad que siempre nos unirá!"

Todos levantaron sus copas de agua y aplaudieron. En ese instante, el espíritu de sus recuerdos llenó el río.

Carlos miró alrededor y se dio cuenta de que este no era un día triste, sino uno de celebrar la vida. La alegría estaba palpable y cada amigo estaba allí, compartiendo historias de amor, de enseñanzas y experiencias.

Unos días después, mientras nadaban, Carlos le dijo a Diego:

"Nunca pensé que un día como este podría ser tan especial. Gracias por ayudarme a encontrar la belleza en recordar. Ahora tengo un nuevo propósito: seguir adelante, aprovechando la vida al máximo y recordando con alegría a quienes han sido importantes."

Diego sonrió y añadió:

"El amor nunca se va, amigo. Se transforma en recuerdos y se queda con nosotros, ayudándonos a ser mejores."

Y así, los dos amigos, el caimán y el delfín, seguirían nadando en el río, siempre llevando en sus corazones los recuerdos de sus seres queridos, viviendo con alegría y compartiendo amistades que iluminarían sus vidas para siempre.

FIN.

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