Un día de travesuras en Buenos Aires



Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires, dos amigas inseparables llamadas Marcela y Margarita. Les encantaba pasar tiempo juntas y su lugar favorito para jugar era la casa de su amigo Joaquín.

Un día soleado, las dos niñas golpearon la puerta de la casa de Joaquín con entusiasmo. Joaquín abrió la puerta con una sonrisa y las invitó a entrar.

Juntos se dirigieron al patio trasero, donde tenían preparados juegos y juguetes para disfrutar durante toda la tarde. - ¡Vamos a jugar a las escondidas! - exclamó Marcela emocionada. - Sí, pero esta vez con un desafío extra: quien encuentre al otro primero tendrá que hacer una divertida prueba - propuso Margarita riendo.

Las tres risueñas comenzaron a correr por el jardín, escondiéndose detrás de arbustos y macetas. La emoción crecía a medida que avanzaba el juego, hasta que finalmente Joaquín encontró a Margarita escondida detrás del árbol más grande.

- ¡Te encontré! Ahora tienes que imitar a tu animal favorito durante un minuto - dijo Joaquín entre risas. Margarita aceptó el desafío y comenzó a moverse como un flamenco mientras sus amigos no paraban de reír.

Después de cumplir su prueba, fue el turno de Marcela de buscar a los otros dos. La tarde pasaba volando entre juegos, risas y complicidad entre los amigos.

Hasta que decidieron hacer una pausa para merendar algo rico que había preparado la mamá de Joaquín. Mientras comían galletitas con dulce de leche, empezaron a planear cuál sería su próxima aventura juntos. - ¿Qué les parece si construimos una casita en el árbol del fondo? - sugirió Joaquín con entusiasmo.

Las caras ilusionadas de Marcela y Margarita lo decían todo: estaban listas para embarcarse en esa nueva aventura juntos. Así que tomaron algunas tablas viejas, clavos y martillos, y se pusieron manos a la obra.

Entre risas, conversaciones animadas y trabajo en equipo lograron construir una pequeña casita en lo alto del árbol. Estaban tan felices con su logro que decidieron ponerle un cartel que decía "Club Secreto de Amigos". El sol comenzaba a ponerse en el horizonte cuando finalizaron su proyecto.

Se sentaron juntos dentro de la casita improvisada mientras contemplaban el atardecer rosado en el cielo porteño. - Gracias por este día tan genial - dijo Marcela abrazando fuerte a sus amigos.

- Sí, gracias por ser los mejores amigos del mundo - agregó Margarita emocionada. Joaquín sonrió mirando a sus amigas y pensó para sí mismo lo feliz que se sentía al tener amigas tan especiales como ellas dos.

Sabía que esa tarde quedaría grabada en sus corazones para siempre como un recuerdo imborrable de diversión, compañerismo y amistad verdadera.

FIN.

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